Un sacerdote recién regresado de misiones en Bolivia, pide a los cofrades de las procesiones que no inviertan tanto en lujosos desfiles y donen ese dinero para ayudar a quienes de verdad lo necesitan. Dijo que le encantaba el olor a incienso que los cofrades habían extendido por el templo, que le permitía recuperar el olfato tras un mes oliendo a basura mientras decía misa reflejando que las calles estaban llenos de charcos no de agua sino de inmundicias ya que no había saneamiento
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