Cuando le dijeron que todo estaba ardiendo sólo pregunto por uno de cientos de cuadros que colgaban en las paredes de El Pardo. Por esa obra de Tiziano que le tenía obsesionado y que temió haber perdido entre las llamas. Se trataba de Júpiter y Antíope, más conocida como La Venus del Pardo, y cuando supo que estaba a salvo se quedó tranquilo. "Si ese cuadro se salvó, lo demás no importa", aseguró Felipe III.
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El destino hizo que estuviese presente en otro gran incendio, esta vez el del Viejo Louvre de donde lo trasladaron a Versalles con algún que otro desperfecto. Dicen que luego durante una época se mudó a Luxemburgo pero lo que está claro es que acabó en el actual Museo del Louvre donde se encuentra desde entonces".
"Wellington intentó devolver al pueblo español este excepcional conjunto de piezas, pero el rey Fernando VII declinó el ofrecimiento. El duque, asombrado por el ingente valor de tal botín, insistió en devolverlo a España, pero Fernando VII le instó a aceptarlo como gratificación por su labor en las guerras napoleónicas."
Y eso que mientras el ejército de Wellington cruzaba por España además de apuntar al ejército francés aprovechaba para apuntar a cualquier edificio de carácter industrial que pudiese debilitar a la economía española.
Y aquí seguimos, alimentando a los borbones.
Piensa, por ejemplo, en el famoso Atlas Catalán, que fue un regalo diplomático del rey de Aragón al rey de Francia, y se trata de una cosa de valor completamente astronómico y bellísima factura.
Que saquen el luminol, como los de CSI
No sólo son todos los privilegios del monarca de turno, sino también de los de su familia directa y de sus descendientes, más los anteriores que hayan ido quedando.
El inútil de Froilán, por cierto un clon de Felipe VII, es un buen ejemplo de lo que hablo. Él y tantos familiares de la realeza colocados en puestos de chichinabo en base a favores que nunca sabremos.