Yasuo Takamatsu, de 59 años (en la actualidad), un conductor de autobús de profesión, nunca fue el candidato perfecto para aprender a bucear y estaba preocupado de que no fuera capaz de hacerlo. Sin embargo, aprendió a sumergirse en las aguas frías del océano Pacífico para buscar el cadáver de su esposa, una de las miles de personas que siguen desaparecidas tres años después del tsunami desbastador que arremetió contra las costas de Japón.
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