Las ciencias adelantan una barbaridad. Tanto como para pensar que la imagen del invidente guiado por un perro lazarillo y ayudándose con dificultad de un bastón para caminar puede tener los días contados. En Hong Kong, una ciudad futurista plagada de rascacielos y cuna de los más variados e inverosímiles inventos, están empeñados en que esa estampa forme parte del pasado.
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