OJO-SPOILERS!!!
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OJO-SPOILERS!!! 12 monos

OJO-SPOILERS!!! 12 monos

 “Ya no estoy loco, soy sólo mentalmente divergente, ahora lo sé. Quiero que me ayudes, quiero mejorar, quiero mejorar...”. La historia es surrealista en muchos aspectos, pero es con esas palabras con las que tal vez el absurdo alcanza su cenit.

La psiquiatra ha hallado ya pruebas más que suficientes de que la historia de su paciente es verídica pero éste, como en algunos trastornos mentales, ha decido negar una realidad que le resulta demasiado dura para digerirla. O ha decidido escoger la que le resulta más confortable. Qué bueno sería poder escoger la realidad en la que vivimos, claro, y en cierta forma todos lo hacemos. Pero eso no cambia un ápice de la realidad.

El tipo sin duda está enloqueciendo pero el diagnóstico no tiene nada que ver con el asignado, en realidad es todo lo contrario.

Lo que se nos narra es una concatenación de desastres. Empezando por el futuro subterráneo y siguiendo por los viajes en el tiempo: en el primero se adelantan 6 años, en el segundo casi 8 décadas. Y por si alguien quisiera caer en la tentación de pensar que pueden ser errores puntuales Cole se encuentra con otro “voluntario” en una trinchera de la primera guerra mundial, esos a los que no vuelven a ver el resto de reclusos.

Pero los despropósitos no se limitan a ese futuro bajo tierra, antes de la liberación del virus confunden un cuerpo mutilado con la doctora secuestrada, de la misma manera que en el futuro están completamente equivocados sobre los responsables de su tragedia. Y toda la operación para liberar al niño del pozo, mono con bocadillo incluido, es al final más ridícula si cabe, puesto que se trata sólo de una travesura. Y menos mal, yo también soy de la opinión de que lo más probable es que el mono se termine comiendo el bocadillo, de la misma manera que Cole decide en un momento dado que el mundo de la superficie es más apetitoso. Y no es el primero, el amigo “Bob” logra escapar con “éxito”.

Por lo tanto cualquier persona sensata se quedaría preocupada por el devenir de las hordas bárbaras de plutón. Por lo menos hasta que uno ve las zapatillas con orejas de conejo. Pequeños detalles que merman la credibilidad de cualquier discurso. Digamos que la historia no destila demasiada fe en el ser humano. “¿Eliminar a la raza humana? Es una idea genial”, en palabras de Goines.

La profecía de la aldea cercana a Stonehedge, los siete cálices con la ira de dios: quién sabe cuántos desafortunados “voluntarios” fueron enviados a saber dónde y cuándo tratando de corregir el rumbo hacia la extinción de la humanidad y causando quién sabe que estropicios.

Pero aún hay más, los científicos del futuro consideran que al haber puesto a “unos virólogos” sobre la pista del ejército de los doce monos todo se resolverá por sí solo. La verdad es que no dan una.

Personalmente la parte de los viajes en el tiempo es la que menos me interesa. De hecho es un asunto que aborrezco profundamente, es demasiado absurdo hasta para la ficción. Aún así dentro de la lógica que nos plantea la película vemos como las intervenciones en el pasado tienen consecuencias en lo que es aparentemente la misma línea temporal del futuro y, como nos muestra en un momento dado una secuencia de dibujos animados de la omnipresente televisión, en el futuro habrían creado una suerte de “túnel del tiempo”.

No está claro como se materializan esas variaciones del pasado en el futuro pero los sueños recurrentes de Cole dan alguna pista al respecto. O bien ya han han tenido lugar todos los acontecimientos y la experiencia del presente es tan sólo ilusoria o bien hay una suerte de predestinación que en última instancia no se ve alterada por los viajes entre las distintas épocas sino que al final resulta también el producto de estos.

La película empieza con un flashback de la escena final. ¿O sería un flashforward? Se va a repetir de diferentes formas a lo largo de toda la trama igual que en forma de sueño a lo largo de la vida del protagonista, que tendrá el dudoso privilegio de presenciar su propia muerte siendo sólo un niño.

Cole no recuerda los acontecimientos del aeropuerto porque mientras él crece, no han sucedido, tendrán lugar cuando viaje al pasado y lo reescriba. No los recuerda, es por la vía de los sueños donde esas secuencias de acontecimientos alternativos hacen algún tipo de contacto para resolverse presuntamente en un único futuro, también a través del personaje de la doctora a través de algún tipo de subconsciente o sexto sentido.

De hecho el propio Cole explica que una vez localizada la versión pura de la plaga “prepararán un remedio”, pero no aclara si se aplicará en el futuro o en el pasado. Al fin y al cabo si se puede modificar el pasado para transmitir información, porque no modificarlo para… Ya he avisado que no tiene el más mínimo sentido.

Pero sucede con ciertos discursos que por muy errados que puedan estar es imposible dejar de maravillarse en su alambicada elucubración, un rasgo distintivo de la inteligencia, exenta o no de trastornos mentales, que como es natural no se halla exclusivamente en las conclusiones, acertadas o no.

En esa línea la explicación que ofrece Goines sobre la precognición de la doctora, aunque equivocada, es un ejercicio intelectual más que respetable. Sucede que hasta en la ficción, la realidad siempre la supera.

Es fácil perder la cuenta del número de veces que Goines levanta el dedo en pantalla, empezando por su primera aparición. “-Jeff. -¿Qué? -Eres un gran hombre. -¡Que se jodan esos locos!”

“-Pero ahora usted sabe lo que es real. -Sí, señor, lo sé.” Afirma un Cole interrogado en el futuro, y en el cambio de plano Goines padre está hablando en 1996 con la ex-psiquiatra de su hijo por teléfono, ríe: “No, no, que va, yo no sé nada...”

Al final la narrativa gira en torno a una psiquiatra y un paciente que se han convencido recíprocamente de sus respectivas realidades y la inevitable conclusión es ir juntos en su búsqueda.

Hay dos puntos de inflexión en el papel de una impecable Madeleine Stowe a la que tal vez sólo se le pueda reprochar su falta de pericia spray en mano: el primero es cuando Cole le pide abruptamente que detenga el coche para descubrir algunas pintadas del ejército de los doce monos.

Se la puede ver dudar, podría arrancar el coche y terminar con esa “locura”. Pero sigue ahí. La segunda es en el cine, durante la maratón de Hithcock. Cole se ha quedado dormido y se despierta solo, sale de la sala temiendo no encontrarla y ella se gira colgando el teléfono.

Al final la recomendación que le hacen a Cole, repitiendo el anuncio de la televisión, en el momento que ya tiene la puerta abierta del psiquiátrico abierta para escapar no parece tan absurda. Después de todo, lo peor de la publicidad es que funciona. Y lo malo de los presagios es cuando se cumplen.

Dice Cole en el cine que la película cambia porque cada vez que uno la vuelve a ver, ha cambiado. Los que creen que nadie se baña dos veces en el mismo río sólo por el correr natural del agua se están perdiendo la mitad de la película.

Un poco como este comentario, que no abarca buena parte de lo que se puede exprimir del film: todas las reflexiones que se vierten en el guion sobre la psiquiatría son dardos certeros y punzantes. Las afirmaciones de los locos, sino siempre acertadas, suelen ser en muchos casos más cabales que las de los que dictan su reclusión: “...ahí está la televisión, todo está ahí. Todo está ahí: mira, escucha, arrodíllate, reza.”

“Los hechos, Jim, los hechos, si no compras cosas...: papel de water, coches nuevos, batidoras computerizadas, artilugios sexuales eléctricos, sistemas de sonido con auriculares en el cerebro, destornilladores con dispositivos de radar incorporado, ordenadores activados por la voz...”

Para qué abundar en este humilde comentario de una vieja película en los episodios de acumulación de papel higiénico, en la electrónica de los coches nuevos que podrán ser incluso desactivados a distancia, en el llamado “internet de las cosas”, el satisfyer, los auriculares de conducción ósea, el cada vez más omnipresente GPS, Alexa o Cortana... Se diría que se equivoca en algunas cosas. O tal vez sólo haya que esperar un poco más.

Pero en mi opinión el colofón de la película que conduce a la escena que nos anticipaba desde el principio, es que no van al aeropuerto para solucionar nada. Están convencidos de que no pueden cambiar el curso de los acontecimientos y van a tomar un vuelo a Florida (la publicidad funciona) porque Cole no ha visto jamás el mar, aunque no sea más que una excusa para la escapada. Así es como todos encontramos nuestro destino: tratando de huir de él.

En realidad ambos terminan negándose a sí mismos una realidad que no quieren aceptar, casi como en una metáfora del amor o tal vez de la enfermedad mental. Está claro por el mensaje que ella deja a los “limpiadores de alfombras”, felicitación de fiestas incluida, que, por extraño que pueda parecer, sí están modificando de alguna manera el futuro. Ella no habría hecho tal llamada sin la intervención de él.

“Recibieron tu mensaje”. Tal vez la confusión viene de que ese primer mensaje sí que lo tenían antes de enviar a Cole, pero no el que el mismo Cole deja desde el aeropuerto. Y de hecho lo muestran una vez Cole ya ha concluido su primer viaje. Aún así la película ni siquiera hace ademán de cerrar completamente, no hallaremos explicación explícita a la misteriosa voz de "Bob", y desde el principio nos advierte: "no hay manera de comprobar nada". Pero después de todo, quién está en condiciones de pontificar sobre como deberían funcionar los viajes en el tiempo.

Mi opinión es que arrojan irremisiblemente a paradojas irresolubles que, junto a la simple lógica, invitan a concluir que no son posibles, por mucho que se quiera rizar el rizo de la relatividad.

Si alguien te pregunta por 12 monos no le hagas el flaco favor de decirle que va de viajes en el tiempo. Aquí nada es lo que parece, el ejército de los 12 monos al final son sólo unos cuantos gamberros comparado con la responsabilidad que se les atribuye, por mucho caos que puedan crear, y lo cierto es que casi cada escena en la que interviene un Brad Pitt enorme termina en algún tipo de caos.

Yo lo que le diría es que aquí se halla en alguna medida el germen de películas como El club de la lucha, en la escena de la furgoneta o Matrix, en la habitación de ese cochambroso hotel de habitaciones por horas. La breve escena del chulo recuerda incluso los giros kitsch de Tarantino. Y plasma en buena medida toda esa imaginería cyberpunk en un estilo que se me antoja más francés que británico. No deja de ser curioso que el comité que dirige la prisión en la que Cole está recluido, o que por lo menos capta a los "voluntarios", se nos presente por primera vez tras lo que parece el mostrador de una surrealista relojería.

Si algo le he de reprochar a la producción, más allá del asunto de los viajes en el tiempo, es esa escena del último tramo con el "oso de pantomima" (aunque hasta eso tiene el guió de remitir en algo a los Monty Python de los que el director formó parte) que podría haber sido icónica de ser protagonizada por el majestuoso plantígrado que se muestra en los primeros minutos. La parte buena es que pasa rápido. Y probablemente sea la única película donde se vean las nobles posaderas de Bruce Willis y Brad Pitt por el mismo precio, hay chicha para todos los paladares.

Al final, el dilema interno de Cole entre cumplir con la misión encomendada y huir a una realidad mejor parece resolverse en la peores condiciones para él, no sin grandes coacciones. La llamada con la que salva a la humanidad de la hecatombe en ciernes desencadena una serie de acontecimientos que le cuestan finalmente la vida, en cierto modo.

Porque un Cole casi 40 años más joven se ve morir a sí mismo entre los brazos de la doctora, que termina de atar cabos en ese mismo momento y localiza su mirada entre la multitud. Como forenses tendríamos un problema al dictaminar la fecha y hora de la muerte dada la situación que se plantea. Se diría que Cole en lugar de morir cierra de alguna forma su bucle, sin volver a su tiempo para disfrutar del indulto y sin haber visto jamás el mar.

Pero ese nuevo joven Cole a buen seguro tendrá un recuerdo vívido de la escena presenciada en el aeropuerto, ya no le perseguirá en sueños etéreos sino como un recuerdo tangible. El futuro ya ha cambiado. Tal vez, después de todo, no tenga que morir en un aeropuerto de su pasado con un bigote postizo medio despegado, una ridícula peluca y camisa hawaiana. Y esos ojos del plano final sí que puedan por fin encontrar ocasión de ver el mar.

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OJO-SPOILERS!!! Fatman and Little boy

OJO-SPOILERS!!! Fatman and Little boy

Ésta no la había visto, ni sabía que existía, me da la impresión de que no es muy conocida. Realmente no es el tipo de peli que uno veía a principios de los 90 con unas palomitas para pasarlo bien ni tiene espíritu de blockbuster.

La confusión del título tampoco ayuda en nada: Arma secreta, Creadores de sombras, Proyecto Manhattan. Me parece más oportuno en este caso citarla por el título original: Fatman and Little boy. La historia que narra es de sobra conocida por todos, difícilmente alguien podría confundirla con un biopic del gordo y el flaco.

Siempre que oigo proyecto Manhattan me vienen a la mente los rascacielos, aunque supongo que muchos de ellos no estarían ahí en la década de los 40. Se podría decir que la historia transcurre en las antípodas, en Los álamos, Nuevo México, en el backcountry. Lamento los anglicismos, supongo que a estas alturas Reverte ya estaría resoplando.

Es una película algo extraña, por la dirección de Roland Joffé, tal vez. Pero no sólo. Ver al Murdock del Equipo A encarnando al responsable científico del proyecto de la bomba atómica tal vez a priori no inspire mucha confianza, pero lo cierto es que resulta solvente incluso teniendo que dar la réplica a un Paul Newman casi escalofriante que nadie podría afirmar en ningún momento que está interpretando un papel.

“¿Por qué fabricar una bomba? ¿Por qué no arrojar a ese hombre sobre Berlín? Tendría el mismo efecto.” Terrible. La dialéctica entre el eje científico y el militar es una constante, con Oppenheimer como bisagra entre las distintas y a veces contrarias preocupaciones. Es difícil valorar cuánto se acerca en realidad a la historia que pretende rememorar pero sin duda hay lugares comunes inevitables, mi impresión es que tiene una notoria vocación de fidelidad. Sin olvidar que es una película de Hollywood, por supuesto.

Lo cierto es que los Estados Unidos produjeron un esfuerzo bélico y científico que desembocó en el estallido de las dos bombas que dan título al film sobre Japón, son ya dos nombres propios de la historia como el de la ciudades donde explotaron. Hace casi 80 años, va camino de cumplir el siglo.

Pero la historia narrada aquí se detiene en el primer ensayo nuclear (Trinity) y deja para un austero texto la aplicación práctica del “invento” tan sólo tres semanas después. No es una película de terror, claro.

Muy al contrario se centra en el esfuerzo realizado y en los obstáculos superados, incluido uno de los dos accidentes mortales por radiactividad durante el proyecto. Sucede un poco como con la electricidad, la situación de no ver el peligro induce siempre una falsa sensación de seguridad. Probablemente las prisas y el clima de excitación general tampoco ayudaran, además de que en aquellos tiempos se sabía menos de la radiación, aunque más que suficiente.

Nadie con dos dedos de frente confiaría a un destornillador en equilibrio siempre precario un solo dedo en una sierra de mesa, por ejemplo. Aún menos cuando el objeto con el que trabajaban podía despedir en una fracción de segundo millones de diminutas “sierras” que podrían abrasar de dentro a fuera a todos los presentes en un solo instante, como después se comprobó.

El título alternativo, Creadores de sombras (Shadow makers) es una cruel referencia en ese sentido, todo lo que quedó de algunas personas en las dos ciudades bombardeadas fue su “sombra” impresa sobre el cemento, una silueta oscura. Aunque evidentemente eso no fue resultado de una simple irradiación como en los accidentes referidos, que procuraron tres largas semanas de agonía en un caso y nueve días en el otro a sus respectivas víctimas. Lo otro debió ser un instante.

La entre célebre e infame reflexión de Oppenheimer no se incluye en el film ni en el parco texto final, aunque casi se lee en el rostro durante el primer ensayo, con las gafas de protección iluminadas por la detonación. Al parecer el año que viene tendremos un nuevo punto de vista sobre el científico de la mano de ni más ni menos que Christopher Nolan, tal vez uno de los directores más cotizados del momento. Llevará por título el apellido del autoproclamado Dr. Muerte. Será interesante ver que perspectiva se ofrece más de 30 años después de la del francés que se reservó para el último plano una imagen de la tierra, desde el espacio. De esas imágenes que valen más que mil palabras.

Y como considero que aún no he dado mi opinión sobre el asunto, por más que inevitablemente se filtre entre las líneas, me atrevo a sugerir un título alternativo para añadir a la pequeña retahíla ya mencionada:

So right and so wrong.

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OJO-SPOILERS!!! La chaqueta metálica

OJO-SPOILERS!!! La chaqueta metálica

Nadie parece definirla como tal, pero lo cierto es que la chaqueta metálica (full metal jacket) es una película fundamentalmente de humor. No sólo de humor, claro, pero lo es desde la misma portada. (¿La dualidad del ser humano?) Ese “born to kill” metido en la cabeza y ese símbolo de la paz en el corazón.

La primera mitad del metraje roza el falso documental, muchos no sabrán que el sargento cabrón en realidad iba a asesorar para la película y al final debieron pensar: ¿para qué una mala copia en lugar del original?

Es imposible no terminar medio descojonado con la retahíla de exabruptos que dedica a sus cadetes. Si uno no lo está viviendo, claro. Un poco como al principio el recluta patoso. Ahógate. ¡Con mi mano!

Un humor muy, muy negro, ciertamente. Pero es difícil pasar por alto una sobreactuación tan evidente, clamorosa, se diría. Una caricatura, vamos. Aún dentro de los códigos y artificios del lenguaje cinematográfico.

Hasta la banda sonora: ba-ba-ba-ba-ba-ba-bam… Sucede más bien que no es ese tipo de humor para niños. ¿Cuánto por hacer bum-bum? No deja de ser horrible ver como se disputan el turno para echar un polvo por cinco dólares, grotesco, tanto que se adentra en la tragicomedia.

¿Cómo definir si no al ladrón karateka? ¿O los contenidos de esa publicación militar, barras y estrellas? ¿Mejor pongo un general? Pues tal como se lo toman los propios soldados. La tragedia es tan honda que rebasa sus propios límites. ¿Que puta es la guerra, eh? Sólo hay que puntar un poco mejor… para matar a mujeres y niños.

El único momento de verdadero drama, más allá del suicidio que divide la trama (y tiene más de tensión que de drama) es la agonía de esa muchacha del vietcong, ahora sí excelentemente interpretada durante unos momentos interminables en lo que en realidad debería ser una decisión tan automática como instantánea. Casi una burla del drama.

Lo que queda al principio del film en el suelo de la peluquería no son sólo cabellos. Está llena de alegorías. Y se suele encasillar en el género bélico, claro, ése es su contexto pero no dice nada de la forma de abordarlo. Incluso se puede ver catalogada como acción. De nuevo pura coincidencia, lo que determina el carácter de la película es sin duda una mirada extremadamente ácida, absolutamente corrosiva sobre lo que se hizo en Vietnam y el universo alrededor de ello. Evidentemente es una crítica política indisimulada muy alejada de la propaganda actual que se camufla dentro del género de acción.

Pero si alguien aún duda de que la chaqueta metálica es en realidad una comedia negra y que en esos términos es como corresponde interpretarla y como mejor se disfruta que revise las últimas líneas de un guión que seguramente no encontremos con qué compararlo, (tal vez el sargento de hierro, pero caminan en direcciones más bien opuestas), en ese último plano con el ocaso de fondo la voz en off, que por otra parte siempre parece fuera de lugar en cierta medida afirma algo como: “el mundo es una mierda, pero sigo vivo”.

Es como aquel chiste del cuartel: la mala noticia es que hoy comeremos mierda, la buena es que hay ración doble. Disfruten de la creatividad del sargento Hartman aprovechando que lo tienen a un metro largo en la pantalla y no “a cuatro pulgadas” de su cara. ¡A cuatro pulgadas!

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OJO-SPOILERS!!! Fuga de Alcatraz

OJO-SPOILERS!!! Fuga de Alcatraz

 Las películas basadas en hechos reales, como éste es el caso, constituyen alguna clase de subgénero en sí mismo. Bien conocido es que la realidad siempre supera a la ficción.

Está claro que consiguieron fugarse, y no sólo eso. Su fuga fue probablemente la puntilla que terminó con Alcatraz como prisión. ¿Sobrevivieron a la travesía por la bahía?

La película no aventura respuestas, se queda ahí, en el relato conocido. A poco que uno lea algo sobre el tema cazará algunas complicidades que por lo menos en el metraje final no fueron explicitadas. Así cuando uno lee que usaron un instrumento musical a modo de fuelle para para inflar la barca y los salvavidas no puede evitar recordar el acordeón: -¿Hace tiempo que tocas este chisme? -Un par de meses. -¿Lo haces bien? -Fatal.

También algunas licencias, al parecer el motor para el improvisado taladro era de una aspiradora vieja y no de un ventilador. No son menos interesantes las imágenes reales de las cabezas falsas de algún tipo de escayola. Según declaró el cuarto integrante de tal expedición, el que se quedó en tierra, los planes empezaron en diciembre. Para los otros tres (¿el ratón cuenta?), el 11 de junio de 1962 fue el último día que pasaron en sus celdas.

El plano de la ficha de la prisión tras la entrevista con el alcaide donde se señala el cociente intelectual del recluso no se cuenta sin embargo entre las licencias, por más que se puedan denostar tales mediciones. 133 para ser exactos, el promedio se halla en torno a los 100, diez arriba, diez abajo. Einstein estaba en unos 160.

Pero la película es en realidad muy asequible y funciona con códigos bastante elementales, no por ello cae en el simplismo e incluso se permite alguna alegoría: ¿Cree que en esta isla crecen crisantemos?

En realidad lo hace desde el principio con Eastwood caminando desnudo sobre el pavimento en dirección por primera vez a su celda.

Pero si hay un escena memorable en el film es la del taller. Cómo vacía esa caja de clavos, recoge meticulosamente los dedos de Doc uno a uno, se limpia un poco el índice con el borde y se la entrega al guardia: tenga, ponga esto en su informe, le escupe.

Supongo que se encuentra dentro del apartado de licencias, por más que sirva como metáfora de los abusos y a la postre la deshumanización de la vida en presidio que aboca a la locura, aunque sí es cierto que Frank Morris dejó la pintura de su (¿auto?)retrato en su celda. Aunque viéndola uno piensa más en las cabezas postizas que en cualquier otra cosa.

A la película no le sobra absolutamente nada, ni un plano ni una línea de guión, es casi como si se hubiera imbuido de esa cierta parquedad de la vida carcelaria al punto de resultar incluso algo brusca, pero casi siempre certera: ¿Piensas en la muerte?

La breve historia del bibliotecario parece sacada del subtítulo de otra película de Eastwood, aún siendo un lugar común, un western de la década anterior (Hang’em high) que aquí se aprovechó para otra poco atinada traducción: cometieron dos errores.

El relato real se va adornando con anécdotas de prisión, algunos datos y brillantes líneas de guión que conducen más que satisfactoriamente la historia hacia su inevitable final.

Pero termina sin poder contarnos el verdadero desenlace: maldita sea, ahora que esto empezaba a sonar bien…

Al final una imagen vale más que mil palabras, ni siquiera hace falta recalar en su ficha de la prisión donde se lee literalmente “an escape artist”, esta es una foto de Frank Lee Morris en 1960.

Mírala. ¿Todavía tienes alguna duda? Abróchate el cuello.

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OJO-SPOILERS!!! Una historia del Bronx

OJO-SPOILERS!!! Una historia del Bronx

¿Tienes el tono? Dos, tres cuatro… Avisa desde el principio, no hay muchas películas en las que la música tenga el protagonismo que tiene en “Una historia del Bronx” (A Bronx Tale). Normalmente cuando se mezclan diálogos y música en un escena, ésta última de sitúa en el fondo. Aquí es muchas veces al revés. El jazz del autobús, la pelea con los moteros o con los ciclistas… Hendrix, los Beatles, una maravilla. El retrato de una época y un lugar, de una vida, a través de la música. Y no es que el guión le vaya muy a la zaga: ¿no confías en nadie? Es una forma horrible de vivir… Para mí es la única.

En general se puede decir que el cine trata bastante bien a la mafia. No saldrían más favorecidos en la mayoría de casos si ellos mismos financiaran la producción. Tal vez porque se suele narrar la historia desde su punto de vista, y esta película no es una excepción, pero se da un detalle interesante, hay una tensión recurrente entre la vida honesta de un trabajador que representa el personaje del padre, que interpreta un impecable (delante y detrás de la cámara) Robert DeNiro y la forma de verlo del capo de turno: los obreros son unos pringados.

Y aún hay otra parte, Sonny tiene muy claro que los chavales del barrio sólo saben meterse en líos y se sitúa muy por encima de ellos, aunque a él mismo terminen pasándole factura sus propios pecados. Aún así presenta un retrato de sensatez: la violencia no siempre es la mejor solución, en palabras textuales.

La película rezuma cierta sabiduría: tener la escuela del colegio y la de la calle, 20 dólares es barato para que no te vuelva a molestar alguien a quien no aguantas y, por supuesto, “la prueba de la puerta”. No confundir, claro, con la prueba de Mario, bastante menos sutil.

La película, aún con un metraje más que respetable, de casi dos horas, fluye como un cuento y termina cuando pareciera que debe empezar. Termina, como tal vez todo en la vida, con un nuevo principio. ¿O alguien duda que C se pasará por el bar a “saludar” al personaje que conoce en el velatorio? Al final hasta Lorenzo, el padre, rinde sus respetos a quien asume los riesgos de vivir una vida bajo otros estándares éticos (larga es la escena del recorrido marcha atrás). Y por supuesto paga el precio.

Porque el relato que se desprende del cine es que a veces hay sangre y violencia, por supuesto, y disputas, pero no es una violencia ni ciega, ni gratuita, ni resultado de la locura. Es otra ley, otro juego de poder paralelo al más público y notorio, al oficial, por más que se puedan solapar. Son mundos que a veces se tocan, como los de la frontera que supone la avenida Webster y el color de la piel, los del bar y el autobús, el del trabajo duro y honesto y el de la vía rápida y el dinero fácil.

No hay en realidad en el film juicio moral, ni siquiera le da al espectador los elementos para que pueda valorar si el asesinato que desencadena la trama puede tener alguna justificación o proporcionalidad: antes de hablar entérate de qué está sucediendo. Tampoco sabemos en realidad quién manipula el coche de Sonny, en realidad no hace falta. La película no nos dice por qué, sólo nos dice por qué no y nos recuerda en realidad lo poco que sabemos acerca de las acciones y decisiones de los otros, pero sí que deja claro al final algo bastante cabal: que no, no fue por el aparcamiento.

Al final cada uno toma su camino y asume las consecuencias. ¿Y C? Bueno, yo no lo veo conduciendo un autobús. Como todas las buenas historias sabe a poco, en realidad son sólo unas cuantas pinceladas y la maestría está aquí en mayor medida en lo que no cuenta que en lo que sí. Pero uno se queda con la sensación de que le han contado una buena historia, tal vez demasiado buena para inventarla, y tal vez haya aprendido algo. Si uno habla con cortesía y respeto, muy probablemente encuentre reciprocidad en cualquier parte. Ahora bien, si no cumple con su palabra, tal vez se vea en una situación de la que ya no pueda salir. O que el talento por sí solo no es suficiente si no se hace lo que se ha de hacer y que nada hay más triste que el talento malgastado. O una última que seguro que hemos oído todos alguna vez: Cuando seas mayor lo entenderás.

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OJO-SPOILERS!!! Los tres días del cóndor

OJO-SPOILERS!!! Los tres días del cóndor

“Puede que haya otra CIA dentro de la CIA.” “¿Tenemos planes para invadir el oriente medio?”

No está mal para una película de 1975, cuando para marcar un teléfono había que meter el dedo en los agujeros de aquella especie de ruleta y llevar el giro hasta el final en el sentido de las agujas del reloj, extraño.

Mención aparte requiere la versión arcaica de google maps elaborada con imágenes de la guía de calles. Sale hasta el listín telefónico y se mencionan las páginas amarillas, es muy posible que los espectadores más jóvenes no entienda gran cosa.

Está claro que la película es de otra época, casi medio siglo atrás, tal vez por ello resulta si cabe más preocupante que los temas que aborda sean rigurosa actualidad. Cuando no predicciones cumplidas. Se hace extraño encontrar a las desaparecidas torres gemelas en algunos planos y como localización de parte de la trama.

Las primeras tres cuartas partes de la historia son más o menos lo que uno se puede esperar de una buena película del género: intriga, espías, algo de romance. Es a partir del giro cuando la película colma con creces cualquier expectativa.

Queda documentado que las tesis en la línea del deep state no son de invención reciente y si el análisis que se plantea es la mitad de acertado que la mencionada cuestión de oriente medio sobran razones para la preocupación.

Pero aún nos va a deparar alguna alegría más, el diálogo final que incluye una mención a “no poder calentar los hogares” es difícil que no nos recuerde a algo en estos días.

Se pueden encontrar películas más fieles en cuanto al funcionamiento de los servicios de inteligencia y a las actividades que desarrollan pero será difícil encontrar algo más lúcido y revelador que el último cuarto de este guion.

El giro que da el pistoletazo de salida (nunca mejor dicho) a la magistral concatenación de secuencias ya es de por sí excelso. Por un breve instante casi se adentra en el terreno del humor, con esos dos hombres saliendo de la casa con algo de torpeza, que apenas 24 horas antes eran cazador y presa. ¿Cree vd. que el cóndor está en peligro de extinción?

Pero la narrativa que viene después no tiene nada de humor. El final, devolviéndole el 45 es más bien solemne: para ese día.

Lo cierto es que la escritura es buena desde el principio, y “la noche es joven”. Es hasta difícil poner un pero a personajes tan civilizados como el de Von Sydow, que incluso cuelga un guante perdido de la barandilla del ascensor. “Casi apacible”.

Mi impresión es que es una producción enfocada al gran público, sin embargo no se suele encontrar referenciada por más que diera absolutamente en el clavo y con varios lustros de adelanto. Me hace recordar la última frase, que no es del protagonista: -Lo publicarán. -¿Cómo lo sabe?

Si uno logra sobreponerse a la castiza pronunciación del apellido de turno (la música setentera mola), lo cierto es que funciona también perfectamente como mero producto de entretenimiento, pero la ficción puede ser mucho más que eso. A tenor de las reflexiones vertidas parece ser que el glamour de Hollywood halló los medios para hacerse con buena información, por lo menos en la recomendación de la novela en la que se basó.

“Welcome to New York” y debajo “free information here”, reza el enorme cartel bajo el que Higgins escucha (sorprendentemente) como es llamado a gritos desde la otra acera de una de esas enormes calles abarrotadas de gente, probablemente de Manhattan.

Pensemos que es una casualidad, que simplemente pasaba por ahí y que la CIA tiene mucho mejores fuentes que un turista con un mapa enorme en la mano al que le roban la cartera, pero yo prefiero ver esa pequeña broma sobre los servicios de información.

Supongo que no es una película nada cómoda para nadie, en un mundo ideal Dunnaway no coge ese autobús a Vermont, el protagonista no huye en realidad derrotado por la duda y Higgins no conserva su puesto. “Hecho en falta aquella claridad”.

El diálogo final es una delicia: -Va a convertirse en un hombre muy solo. Esto no tenía por qué acabar así. -Por supuesto que sí. No conozco la canción que está interpretando la banda en la escena final, aunque diría que ya la he oído antes y tengo muy claro lo que me evoca. No sé si el público americano en general recuerda esta película, pero apostaría a que Snowden sí.

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OJO-SPOILERS!!! La invasión de los ultracuerpos

OJO-SPOILERS!!! La invasión de los ultracuerpos

 

Es posible que sea la única película de la historia protagonizada por un inspector de sanidad. “Cuánto me alegro de verle”, afirma el metre. Cuántas veces las palabras dicen lo opuesto que el rostro: -Es mierda de rata. -¡Es una alcaparra! -¿Una alcaparra? Cómala.

De un protagonista tan poco convencional no puede salir una historia al uso, aunque ya desde los primeros planos, durante los créditos, sea imposible no acordarse de aquellas películas de los 50, de hecho es un remake con el mismo título de la original de 1956 completamente distinta pero con numerosos puntos en común que a su vez se basa en una novela de aquellos años. Ninguno de los remakes posteriores, de 1993 y 2007 , al margen de destellos puntuales, me han parecido especialmente interesantes.

La narración que se nos presenta aquí va a ser mucho más inteligente que las que de algún modo homenajea, más en la línea del titular que recorta Bennell durante la llamada telefónica sobre una invasión de arañas. Muy al contrario que esas otras producciones, estamos en realidad ante una delicatessen como un oportuno cartel más adelante se encargará de recordarnos.

“A pesar de la diferencia de clase entre los dos equipos estamos asistiendo a un encuentro muy interesante...” narra la radio en el coche.

La acción empieza desde el principio aunque tal vez no se advierte en una primera e ingenua visualización, a excepción de la extraña mirada de la profesora:

Ahí hay más flores, niños, cogedlas… Podéis llevar alguna a casa para vuestros padres…. No, no cojas tantas, no, no… Qué mejor arma que una inocente flor.

No menos inquietante es el plano en primera persona del cura en el columpio. “Ya están aquíii...” se diría, evocando otro clásico del videoclub. En realidad no se andan con sutilezas a cierto nivel de lectura.

“El policía le ayudará” afirma el protagonista desde la sensatez al ver la pequeña turba que persigue al loco que trata de advertirles del peligro (cameo de la original), mientras el coche dobla lentamente la esquina en un plano magistral, para acto seguido mostrar el cadáver del perseguido ante los rostros impasibles e inhumanos de sus perseguidores. ¿Qué nos querría decir?

-Es inaudito, no quieren saber nada del accidente. -Claro, esto es una conspiración. -¿Qué es una conspiración? -¡Todo!

“-¿No le parece más probable que usted quiere creer que está cambiando porque busca una excusa para dejarle?” La afirmación del psiquiatra nos remite de nuevo a una sensatez que ignora totalmente la realidad de los hechos. No lo sé responde ella, y de nuevo las palabras dicen algo muy distinto a su expresión, casi puede leerse: ¿crees que soy idiota? No tienes ni idea.

“Es como si hubiera una epidemia de un virus alucinógeno. La gente suele recuperarse en un par de días”. A estas incipientes alturas sabemos ya todos exactamente cómo se recuperan. Y nos podemos imaginar otra visita de un camión de la basura que hace horas extra.

También hay niveles de lectura algo más sutiles como la mención a la desestructuración familar y la tarjeta probablemente excusando la ausencia de Geoffrey (tétrica doble ausencia en realidad) con los colores del arco iris. O quizás se trate de una mera casualidad.

La lágrima de Jack puede dar mucho que pensar, toda esa secuencia es el eje sobre el que gira la historia. ¿No te han dejado leer tus poemas? Tal vez la interpretación más tentadora en ese momento, dada la mención de Mundos en colisión de Velikovsky y las quejas antes expresadas por el mismo Jack ante lo prolífico del psiquiatra, sería la pugna entre ciencia y pseudociencia, pero esa hipótesis parece desmoronarse al poco, cuando busca el cuerpo en la bañera de barro en la que un hombre murió. Aunque quién podría hacer gala de pensamiento racional en tales circunstancias. De alguna manera la lectura bipolar apunta a una cierta falsa dicotomía, y es que algunos asuntos pueden tener muchas más aristas de las que pareciera en un principio.

La película al final funciona como metáfora de cualquier tipo de infiltración, seguramente por el temor a los comunistas eniendo en cuenta el contexto, aún en fechas tan postreras como 1978.

Y los invasores se ofrecen como una suerte de solución a todos los problemas de la humanidad que es puntualmente rechazada por el protagonista de turno. Y es que a la postre somos nuestros errores y despojarnos de ellos no es sólo separarnos de nuestra humanidad sino de la propia noción del yo.

La narración cambiará por un momento de protagonista para ofrecernos uno de esos finales que no se olvida para la que es a mi juicio la versión más acertada de este clásico de la ciencia ficción.

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OJO-SPOILERS!!! L.A. Confidential

OJO-SPOILERS!!! L.A. Confidential

Rollo Tomassi. Quizás el apartado más sobresaliente del film sea la construcción de personajes, y el más importante de todos ni siquiera es real, una ficción dentro de la narrativa de la propia ficción. Casi como una encarnación del mal. Pero la historia que se nos presenta habla en claves muy distintas: buenos, malos, tales nociones quedan expuestas en toda su relatividad. Al final lo que encontramos son estilos muy diferentes, para todos los gustos, se diría. Y lo interesante es verlos obligados a trabajar juntos y como se relacionan. Seguramente buena parte de su calidad se debe al texto original de James Ellroy, uno de los clásicos de la novela negra.

Es un retrato del Los Angeles de los 50, de lo que últimamente se vienen llamando las cloacas: esa asociación tan productiva como éticamente cuestionable entre policía y prensa y política (no parece que 70 años después hayan cambiado tanto las cosas), ese corporativismo o tal vez lealtad mal entendida de los agentes (entre bomberos no se pisan la manguera) y el punto de vista más político de sus superiores: un crimen como la matanza del búho (Nite Owl) necesita culpables. Que sean los responsables es bastante secundario.

Se nos proponen desde el principio dos maneras antagónicas de entender el trabajo policial, y al final la vida misma: la del hijo de un ex detective respetado por todos con un apego férreo a las reglas que jamás cogerá un soborno, por un lado, y por el otro la praxis más laxa y alejada de la teoría de las normas, más tradicional respecto a los usos y costumbres que encarna el agente White, que no tiene ningún reparo en mancharse las manos de sangre.

Pero no nos dejemos engañar, Exley tampoco tiene ningún incoveniente en manipular a sus interrogados para alcanzar sus fines. Ni buenos ni malos, estilos más burdos o más refinados en pos de un objetivo. Ése es el gran acierto del relato.

Y aún entre medio de esos extremos se pasea el estiloso agente Vincennes, con su impoluto atuendo de asesor de Hollywood al que parece resbalarle la corrupción. Al menos por un tiempo. Así funcionan las cosas: -Agente. -Concejal.

Creo que se la puede puede referir como película coral, el reparto es formidable y las interpretaciones dejan huella. No es una película como tantas otras que se olvidan. Pero no sólo son personajes bien escritos, además evolucionan. No, no es cine de acción, claro. Es cine. O una novela negra clásica, para ser justos.

Así, el agente White parece que acaba algo empachado de tanta sangre aunque siga cediendo a su impulsividad, Vincennes se enfrenta tarde a su reflejo en el espejo ante un bourbon y un billete de 50 y Exley descubre que su ascenso tiene más de relaciones públicas que de un cambio real en las prácticas del departamento, mira a su condecoración de modo muy similar al que Vincennes lo hace con ese billete que abandona sobre su copa. La enfermedad es mucho más profunda. -¿Por que te hiciste policía? -Ya no me acuerdo.

Los motivos que les llevan a intentar esclarecer el caso del búho son muy distintos para cada uno, como no podía ser de otra manera. White quiere vengar la muerte de su compañero, Vincennes tratar de limpiar en algo la destartalada conciencia que ocultan sus impecables trajes y Exley… lo suyo es más profundo aún, tal vez seguirá por siempre tratando de dar caza al anónimo asesino de su padre para el que inventó el nombre con el que empiezan estas líneas. Los pivotes de la cerradura se han alineado para que las puertas del cambio se puedan abrir. ¿Quieres tirarlo todo abajo? Con dinamita.

“No pretenda empezar a hacer justicia, muchacho. No tiene usted práctica”. Justicia. La palabra se repite varias veces a lo largo del metraje, incluso poniendo de manifiesto las distintas formas de entenderla por parte de diferentes personajes.

Pero lo que realmente me hace quitarme el sombrero es como las últimas palabras de un hombre pueden suponer la sentencia de muerte para el asesino que las escucha. Ahí es donde el relato se eleva a obra maestra.

La sonrisa de Kevin Spacey al escuchar la frase antes entrecomillada, los pasos bajo la lluvia de Crowe a un lado y al otro apunto de cruzar un umbral o Pearce señalando con las gafas en la mano y exigiendo los detalles de la conversación del día anterior al forense, sólo la encumbran aún más.

Pero más fascinante aún: los tres personajes completan el viaje hacia sus propias antípodas. Vincennes acaba perdiendo la vida por una conciencia con la que se reencuentra demasiados años después. White, incapaz de ver como se maltrata a una mujer termina golpeando a la mujer que ama y Exley termina por ceder a sus impulsos y encontrar la excepción a sus amadas reglas. Nuestro niño bonito está tirando su vida por la borda, en palabras del fiscal corrupto.

“Algunos alcanzan la gloria y otros se quedan con las prostitutas y un viaje a Arizona”, aunque, qué duda cabe, a Exley tal “gloria” ante la Kim Bassinger del siglo XX le sabe a premio de consolación. Sí, el teniente Smith y toda la trama que lo acompañaba tomando el relevo del capo encarcelado ha caído. Pero el departamento está muy lejos de haber tenido una reforma profunda y la verdad vuelve a quedar enterrada bajo grandes titulares que cuentan una historia diametralmente opuesta a los hechos.

No creo que Exley haya encontrado en realidad a Rollo Tomassi. Tal vez antes, como Vincennes antes que él, termine olvidando por qué se hizo policía.

menéame