En los últimos treinta años la Unión Europea ha conseguido reducir de forma significativa el uso de carbón como fuente de energía. Hoy, según datos de Eurostat, apenas un 10% del suministro energético de la Unión Europea se genera con este combustible fósil. Tras innumerables acuerdos, planes y protocolos internacionales —Tokio en 1997, París en 2015 o el pacto verde Europeo de 2019—, los datos parecen esperanzadores. Pese a esto, existen también otras cifras relacionadas con el sector energético comunitario bastantes más preocupantes.
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