A primera vista, el poblado costero nicaragüense de Bluefields parece un pueblo cualquiera. Sin embargo, allí la gente no trabaja. Y nadie se preocupa demasiado por el 85% de desempleo, ya que con frecuencia, a veces todos los días, llegan a sus playas sacos de 35 kilos llenos de cocaína. Ubicado a medio camino entre Colombia y las narices de los estadounidenses, y favorecido por las corrientes marinas, Bluefields recibe el maná que los traficantes echan por la borda cuando ven a los guardacostas en el horizonte. Artículo en inglés vía Digg.