Se da por hecho que, al pretender hacer ciencia, uno renuncia expresamente a sus prejuicios, pero es difícil saber cuándo lo consigue. Muchos de los grandes adelantos en el conocimiento de la naturaleza, incluida, por supuesto, la idea de selección natural, parecen fáciles, incluso obvios, una vez que alguien ha tenido el coraje de hacer añicos las barreras ideológicas que impedían avanzar. El profesor Louis Agassiz, geólogo y zoólogo decimonónico, es un magnífico ejemplo de sagaz observador con, según y para qué, los ojos tapados.