Cuando Paul despertó, a unos 10.000 metros de altura, notó que en el asiento al otro lado del pasillo se había sentado una señora de unos setenta años. Le llamó la atención el cuerpo muy pálido e inanimado de la nueva vecina. Además, a pesar de tener el cinturón abrochado, “el cuerpo se deslizaba por debajo de el, hacia el suelo”, contó Trinder, que unos minutos más tarde despertó por completo.