Intoxicarse no es algo antinatural o aberrado. La más absoluta sobriedad tampoco es un estado natural en el hombre. Experimentar con las drogas no necesariamente es una actividad que deriva en adicción, en indigencia o en la destrucción del entorno personal; puede, en cambio, ser una etapa de autodescubrimiento importante en la juventud y una fuente de anécdotas maravillosa siempre y cuando el consumo sea informado con respecto a la pureza y a los efectos de dichas sustancias sobre nuestros cuerpos.
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