Una de las historias que mejor describen lo de Grecia es una anécdota que contó el ministro de economía que subió al cargo en 2009. El día que llegó la estimación del déficit era de un 3.7% del PIB. Al día siguiente, ordenó revisar el presupuesto. Y empezaron a aparecer cosas: Un día aparecía un agujero de 1.000 millones anuales en las pensiones de la que no se sabía nada. Otro día se enteraban de que las pensiones para autónomos, 300 millones, en realidad costaban 1.100. O de que un ministerio contrató a 270 personas sin que nadie lo supiera. Cada noche el ministro preguntaba si eso era todo, y decían que si, y al día siguiente aparecían otros 200 millones.

Tras dos semanas la estimación de un 3.7% del déficit se subió a un 12.5%, revisado luego a un 14%. La gente del FMI que fue allí contó que era como un país del tercer mundo, no existían registros de cuánto dinero se había gastado y en qué.

Naturalmente un país así tenía que reventar tarde o temprano.