Como se gesta un Demente (Novela autobiográfica) Cap. 4

La incapacidad de sentir“amor de pareja”fue otra secuela que me dejó

la temprana pérdida de mi hermano Carlos Miguel, pasé mi juventud

imposibilitado de enamorarme. Mi vida transcurría reparando en mis amigos

ilusionados, pletóricos de sueños con ese sentimiento que ellos definían como

sublime y que yo conceptuaba como una simple banalidad, una mezcla de deseo

sexual y egoísmo extremo; eso era el amor para mi. Hurgué mucho en el tema

desde mi posición de simple espectador basándome en mi obsesivo análisis del

comportamiento humano. Solía repetirme a mi mismo: Si el amor es querer lo

mejor para el ser amado ¿Por qué muchas veces, un enamorado, aún a sabiendas

de que él no es ni por asomo lo mejor para el ser que dice amar, persiste en lograr

para sí al objeto de su amor? Recalcando además “Si no es mía no será de nadie”.

Muchos serán los que refuten esta convicción mía pero les diré que no es motivo

para rasgarse las vestiduras. Mi convicción partía desde las elucubraciones de un

jovencito indocto que profanaba terrenos de la filosofía, empujado sin más que el

ímpetu propio de mi adolescencia puesta en medio de la calle, en la efervescente

década de los‘70. Lógicamente tuve muchas relaciones amatorias pero todas ellas

carentes de ese sentimiento que la mayoría define como amor. Hubo simpatía,

agradecimiento y atracción sexual… pero sólo eso.

Como muchos jóvenes de mi época fui rápidamente absorbido por la

contracultura, el hipismo y el rock & roll, fui amamantado por todos esos contrastes.

Como se decía en aquellos tiempos, “quemaba cerebro” buscando explicaciones

extrañas a lo más simple y simpleza en las cosas más extrañas y la marihuana era

una excelente cómplice para divagar entre tantos novedosos estímulos.

Tengo grabado en mi memoria un día que fui a una gran tienda de discos y

revisando entre las carátulas de los vinilos hallé una que tenía el rostro de un

moreno empuñando en sus manos una guitarra eléctrica; en la tapa, el nombre:

Jimi Hendrix. Era el álbum“Bandadegitanos”. Esa colorida carátula me impactó

tanto que invadido por una desmedida curiosidad pedí el disco y fui a escucharlo a

una de las cabinas de prueba. Cuando empezó a sonar la música, esta me cautivó

y al escuchar los primeros acordes de la guitarra no me quedó duda de que estaba

ante un ser de otro planeta ¿Cómo podía ser que alguien terrenal pudiera arrancar

esos sonidos a una guitarra? Me sentí transportado a lugares insólitos y claramente

pude oír que la guitarra me hablaba, me narraba historias fantásticas valiéndose

de un lenguaje desconocido pero que me resultaba fácil de entender. Al abandonar

la cabina aún estaba en trance, me costaba ubicarme en la realidad, a duras penas

atiné a pagar el monto y salí a la calle sintiéndome un iniciado que llevaba en las

manos el estigma de ser“un diferente”.

Mi alma y mi desordenada mente siempre estuvieron embarazadas de visiones

e historias fantásticas, surreales y retorcidas que con un lenguaje convencional me

hubiera sido imposible narrar a los demás, a quienes siempre llamé“los de afuera”.

Sin embargo tenía la imperiosa necesidad de contar lo que en mi interior sucedía.

Por entonces había pasado la etapa de mi adiestramiento de copiar y plasmar

a través del dibujo en papel cuanta figura veía a mí alrededor, cada imagen que

dibujaba iba tornándose cada vez más irreal y onírica. No entendía por qué pero

me agradaba la nueva estética plástica que mis manos parían; esa transición de

lo figurativo a lo surreal fue sistemática, invasiva y hasta subliminal si se quiere.

No me di cuenta en qué momento fue que mi visión plástica se tornó surreal,

sólo sé que había logrado un idioma con el cual expresarme y exteriorizar mi

subconsciente.

Inicialmente,mi interés plástico estuvo centrado en la forma, desdeñando el

color. Esto me llevó a incursionar en la escultura desde la técnica del modelado de

manera autodidacta. Dibujaba bocetos, soldaba estructurasde metal y las recubría

con yeso cerámico, creando unos personajes extremadamente delgaduchos y

alargados, provistos de larguísimos penes.

Todos mis personajes tenían actitudes y poses pensativas pero cargadas de una

atmósfera de profunda desolación. Era lógico,en casa,“los tres restantes” éramos

como lobos esteparios, vivíamos bajo el mismo techo pero jamás invadíamos el

espacio del otro. Papá Vicente con sus pacientes, mamá Panchita con su repostería

y yo con mis demonios en mi taller, cada uno tragándose su soledad con sus

propios dientes en una enorme casa de tres pisos con una dimensión de doscientos

cincuenta metros cuadrados, con habitaciones a las que nunca ingresábamos ni

ocupábamos jamás. Papá Vicente la diseñó así para que cuando Carlos Miguel y

yo fuéramos adultos, tuviéramos unpiso que ocupar pero ahora tanto espacio

nos pesaba como una maldición.

O. Mejìa, Arte y Cultura