"Me esposaron las manos a la espalda, empezaron a golpearme la cabeza contra el borde de la mesa sujetándome del pelo. A lo que más miedo tenía era a hablar. La fórmula para resistirlo era imaginarme en esa mesa a mis amigos, mi padre y a la gente que más quería. Y no los podía defraudar. Esa era la forma de intentar aguantar pero se te iba borrando de la mente y ya descubrías que estabas desnudo, que te habían colgado, que te pegaban en los glúteos, en las plantas de los pies, en los genitales...
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