Cuando se inauguró el Coliseo a finales del siglo I la inauguración fue algo nunca antes visto en la tierra, miles de soldados desfilaron por las calles, más de 9000 animales exóticos fueron masacrados en distintos eventos, cientos de esclavos cayeron ante las espadas de los gladiadores y varios duelos entre gladiadores veteranos tuvieron lugar. Sin embargo, el público esperaba con ansias un duelo en particular. Un duelo entre dos gladiadores veteranos, con varias victorias sobre sus hombros.
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etiquetas: gladiadores , muerte , priscus , veru
Los gladiadores eran activos valiosos de su dueño, muy caros de mantener. Por lo general no morían aunque perdieran (salvo que el pagaba los juegos estuviera dispuesto a desembolsar ese gasto)
Otra cosa eran los condenados a muerte en el circo, que no solían salir por su propio pie aunque mira, uno de los protagonistas sí lo hizo.
Me parece que los gladiadores solo acumulaban victorias.
Los gladiadores eran activos valiosos de su dueño, muy caros de mantener. Por lo general no morían aunque perdieran (salvo que el pagaba los juegos estuviera dispuesto a desembolsar ese gasto)
Otra cosa eran los condenados a muerte en el circo, que no solían salir por su propio pie aunque mira, uno de los protagonistas sí lo hizo.
hdnh.es/diocles-el-deportista-mejor-pagado-de-la-historia/
www.youtube.com/watch?v=8NtomWTin3Y
Ave, Caesar, morituri te salutant
¿Eh? ¿Que más nos han traído?
www.youtube.com/watch?v=s6v-bUY_wS8&feature=youtu.be&t=1m32s <- Esta escena, aunque esta claro una pelicula y tal, es un posible ejemplo de que incluso los mas poderosos intentaban no enfadar al populacho si era posible.
Si no quieres leerlo, no lo leas. Ya es lo que faltaba, que se criticaran los textos largos por ser largos. Ya si eso ponemos solos tuits, gifs o videos chorras.
El resto era una burla a la gente que le recomiendas un libro y te dice que mejor se espera a que salga la película.
Iba a poner el emoticono de pero quería comprobar si alguien no se había tomado su all-bran esta mañana
jajaj que bueno
En el Palatino es donde estaba el palacio imperial, el centro del imperio, y están intactos los pasillos donde los pretorianos encontraron a Claudio escondido, y le hicieron emperador. La peña suele centrarse en el Foro romano y quizás por ello el Palatino me pillo por sorpresa.
Todo había sido un montaje. Eran amantes desde hacía dos años
- Los asesinos del Emperador.
- Circo Máximo.
- La legión perdida.
Son unos libros que me han enganchado a la lectura como pocos lo habían hecho anteriormente, con decirte que empecé Los asesinos del Emperador en Navidades y ya voy por el final de Circo Máximo...
www.youtube.com/watch?v=nhGfh0W8t80
Nerón tiene un record olimpico nunca igualado...
-John Cleese dixit
www.filmaffinity.com/es/film253840.html
Curiosamente han borrado los dos vídeos que había con doblaje en castellano de youtube, pero han dejado la versión inglesa:
www.youtube.com/watch?v=OCe4bmzSg5E
En el emule esta en castellano
www.youtube.com/watch?v=MVY9SDr90_k
Claro que en aquella época la plata tenía un valor con respecto al oro mucho mayor que hoy en día. Según leo un sestercio valía la centésima parte de un áureo, que eran unos 7 gramos de oro. Ahora mismo el oro está en 36.340 €/kg, lo que nos da un valor de 254,38 € el áureo, y por tanto 2,5438 € el sestercio y una fortuna de 91 millones de euros.
No está mal, pero quedan muy lejos de esos 13.600 millones. Claro que yo sólo he calculado el valor de las monedas según su masa, habría que considerar los precios relativos de los productos de la época, y eso ya si que no sé como calcularlo.
¿y en la época republicana? ¿y en los juegos que se hacían fuera de Roma?
No se hasta que punto los emperadores pagaban también los espectáculos fuera de Roma, pero ten por seguro que si lo harían subalternos en su nombre, gobernantes cuyo poder emana del emperador.
Te recomiendo visitar Mérida, que da para dos/tres días completos y el circo tiene un buen centro de interpretación donde ves que una carrera de Cuadriga en Mérida podía reunir a mas de 30,000 espectadores.
Y llegó el momento de los gladiadores profesionales. Marcio y Atilio se
hicieron a un lado. Ya habían combatido algunas parejas, pero todos estaban
esperando lo mismo y el momento acababa de llegar: allí estaba Prisco, un celta
de la Galia, un esclavo que había sorprendido a su amo por su fortaleza y que fue
comprado por el lanista del Ludus Magnus siguiendo su fino instinto, que le
permitía detectar a los mejores luchadores incluso si éstos aún no habían sido
entrenados; y Vero, un hombre libre de Moesia que se había hecho gladiador
como único medio para conseguir fortuna y al que Cayo había adiestrado
también durante los últimos años. Ambos salieron a la arena. Sí, Prisco y Vero
eran sus mejores gladiadores: cosechaban decenas de victorias, apenas un par de
missus cada uno —indultados por el pueblo por su destreza en el combate pese a
haber sido derrotados— y ningún stans missus, indulto a ambos luchadores pese a
que ninguno hubiera vencido. Esta última opción era muy rara y ningún luchador
la consideraba como probable. Los gladiadores luchaban para conseguir la
victoria o, en el peor de los casos, para batirse de la forma más digna y
espectacular posible si veían que su adversario era mucho más poderoso, porque
sólo mostrando valor más allá de su desesperación al sentirse inferiores podían
conseguir que el público les perdonara cuando, al fin, el oponente les derrotara.
Acontecía además que los missus de Prisco y Vero habían ocurrido en su primer
año de combates, cuando eran más inexpertos en la arena. Desde entonces sus
participaciones en cualquiera de los munera [juegos gladiatorios] se contaban
sólo por victorias, claro que nunca habían combatido el uno frente al otro. Su
popularidad, por un lado, y el entrenarse en el mismo colegio de gladiadores, por
otro, les había hecho sentir respeto primero el uno por el otro y, por fin, compartir
noches de orgía con más de una patricia romana caprichosa y rica que podía
permitirse y acer con los mejores luchadores de Roma. De ahí a la amistad
quedaba poco camino que recorrer, por eso cuando se anunció que en la
inauguración del gigantesco anfiteatro Flavio iban a enfrentarse el uno contra el
otro, aquello se convirtió en el evento más esperado por todos los asistentes a
aquella impresionante jornada de combates. Marcio y Atilio los vieron salir
corriendo hasta situarse en el centro de la arena pero próximos al… » ver todo el comentario
hombro sano. Ambos rodaron por el suelo. Se levantaron, se miraron. Prisco
aceptó el nuevo reto y empezó un combate a puñetazos, sin tregua, sin descanso.
Una vez más el público del anfiteatro Flavio bramó como bestias salvajes.
Aquellos gladiadores iban a luchar hasta el final, como fuera, con los puños, a
mordiscos, a puntapiés, como hiciera falta, atentos sólo a una única norma:
luchar siempre en igualdad de condiciones. La tenacidad empapada de tanta
nobleza les admiró a todos. Los puñetazos no por no tener filo eran menos
peligrosos. Vero no lo dudó y golpeó en dos ocasiones el muslo de la pierna
herida de su contrincante, mientras que Prisco le devolvió aquel ardid con un
poderoso puñetazo en su hombro sangrante. Los dos aullaron de dolor. Tuvieron
que detenerse para recuperar el aliento. Estaban agotados, se miraban jadeantes
mientras giraban sobre un punto imaginario en el centro de la arena del anfiteatro
Flavio. Vero volvió a golpear a Prisco y éste cayó de rodillas, pero en su caída se
abrazó a Vero y lo arrastró al suelo. Se revolvieron en la arena y continuaron
pegándose, hasta que rodando quedaron separados por dos pasos de distancia el
uno del otro: Prisco boca abajo, Vero mirando al cielo del mundo. Habían
sangrado demasiado, estaban totalmente exhaustos. Prisco consiguió ponerse de
rodillas. Vero intentó incorporarse pero parecía no poder conseguirlo, aun así
rugió con rabia y se alzó de nuevo, sentado primero y luego en pie. Prisco hizo lo
propio. Tambaleantes se volvieron a encarar el uno contra el otro y, una vez más,
intercambiaron varios puñetazos que surcaron el aire sin alcanzar su objetivo,
hasta que el puño de Prisco impactó en el mentón de Vero y éste volvió a caer.
Desde el suelo, Vero trabó con las piernas a Prisco y le derribó también,
aprovechando para darle un puntapié en la herida de la pierna derecha. Los dos
se retorcieron de dolor sobre la arena. El juez del combate, el público, el
emperador, todos contemplaron la escena atónitos. Y volvieron a levantarse y
volvieron a golpearse y volvieron a caer de nuevo. Y así una y otra vez. La
noche cayó sobre Roma y se encendieron miles de antorchas en el anfiteatro
Flavio. Se les volvió a ofrecer comida pero ambos la rechazaron. Sólo querían
combatir, estaban como cegados por la lucha misma, y seguían y seguían... El
pueblo de Roma empezó a aclamarlos a los dos por igual, como habían hecho
antes, pero ahora aún con más intensidad, con vítores en honor de ambos hasta
que empezaron a pedir, desde las caveas inferiores de los ricos hasta las caveas
más altas de los pobres, los libertos, los esclavos y las mujeres, la libertad para
dos gladiadores que habían luchado como nunca antes se había visto en Roma. Y
el emperador Tito se levantó en el palco imperial alzando los brazos y el juez se
interpuso entre Prisco y Vero y todo se detuvo.
Inuentus tamen est finis discriminis aequi:
pugnauere pares, subcubuere pares.
Misit utrique rudes et palmas Caesar utrique:
hoc pretium uirtus ingeniosa tulit.
Contigit hoc nullo nisi te sub principe, Caesar:
cum duo pugnarent, victor uterque fuit.
[Se llegó al fin de un combate igualado:
lucharon iguales, se rindieron a la par.
El César envió a uno y a otro el bastón de la licencia,
y a uno y a otro las palmas de la victoria.
Tal fue el premio de su valor denodado.
Un hecho semejante no se había visto sino en tu reinado, oh César:
que luchando dos, quedaron vencedores ambos.]