Alguna cosa buena tiene la vida - Unas canciones

No puedo dejar de estar triste y preocupado. La desesperanza es el sentimiento primero en un mundo que nos sirve a diario las atrocidades del genocidio y la guerra, la destrucción de flora y fauna, los récords extremos en meteorología, la falta de gobernantes con principios y la extensión mediática de la estupidez. Por eso escribo estas palabras, porque hay que dejar descansar por unos minutos a uno mismo y buscar un consuelo fugaz en los brillantes refugios del alma.

Alguna cosa buena hay, sí. Hoy me atrevo a sermonearles con una joya musical: el disco "Miguel Hernández" de Serrat. Doy por hecho que la música es una cuestión de gustos, y que Serrat no convence a todo el mundo. No se puede esperar que un artista tenga la aprobación unánime del público. Ni siquiera Mozart o Bach gozan de tal estado. Pero al menos intentaré explicar por qué este disco es una gran obra de arte. Los detractores, dejen sus prejuicios a un lado y tomen un tiempo, si quieren, para apreciar las canciones de manera objetiva, como quien contempla una obra de ingeniería.

Se compone de 10 poemas del Miguel Hernández convertidos en canciones por Serrat, a excepción de "Las nanas de la cebolla", cuya música es del argentino-español Alberto Cortez (lo cual se nota en ciertas armonías muy cortezianas).

La producción del disco, esto es, los arreglos, orquestación, elección de los instrumentos e instrumentistas, el "aire" general se deben al grandísimo Francesc Burrull, pianista clásico y de jazz, que según él mismo, hizo su mejor trabajo con este disco. La producción es aquí tan importante como el trabajo de Serrat y Cortez, porque convierte las canciones en piezas con el sentimiento adecuado y la sonoridad que requieren.

Se puede decir que si los poemas de Miguel Hernández son pequeñas maravillas, la música añadida por Serrat y Cortez los mejora, y la producción de Burrull los hace sublimes.

Miren si no cómo arranca "Canción última", tan sólo los primeros 30 segundos:

www.youtube.com/watch?v=p-1QNI6goVk&list=RD3VzVEHhcd0U&index=6

Una flauta travesera, unas congas (quinto), un par de notas de piano, y entran las cuerdas, la batería, el bajo y todo lo demás, arrollando, para de repente detenerse y dejar sólo la voz de Serrat y el piano.

"Las nanas de la cebolla", al contrario, se parece un poco al famoso "Bolero" de Maurice Ravel. La melodía se repite una y otra vez, pero se van añadiendo instrumentos en cada estrofa, y a veces se van dando relevo: piano, flauta travesera, guitarra eléctrica, grupo de cuerdas. Las sutilezas del acompañamiento hacen eso, acompañar a la letra en esa alternancia entre la felicidad y la tristeza del poeta oriolano. Y cómo Serrat, con su voz, consigue que nos parezca que sea el propio Hernández quien está cantando.

www.youtube.com/watch?v=T2bfgetQois

En "Menos tu vientre", la cosa va también in crescendo, desde un clavicordio pianissimo del principio al sonoro final con todo el despliegue instrumental. Si tienen un rato, escuchen la canción con auriculares o un buen estéreo y, sin prejuicios, escuchen cómo van entrando los instrumentos, perfectamente ligados unos a otros, como atados por un hilo sutil.

www.youtube.com/watch?v=IKUkKUIdnHk&list=RD3VzVEHhcd0U&index=8

"Romancillo de mayo" es alegre como la fiesta de pueblo que deja intuir, "La boca" es para escucharla imaginando precisamente eso, la boca de la persona a la que uno ama, pero también evoca a las gentes, las generaciones, la vida.

"Umbrío por la pena"o "El niño yuntero" son tristísimas y conmovedoras. Mal lo tenía que estar pasando Miguel Hernández cuando escribió tales cosas. Y es sorprendente que Serrat y Burrull consiguieran añadir la música adecuada a tanta desesperanza sin caer en recursos fáciles.

No me atrevo a seguir dando la turra con mis gustos personales. No sé si alguien tendrá arrestos para leerse todo esto, pero tenía ganas de compartir con ustedes un alguna de las cosas buenas que aún tiene la vida.

Un abrazo para todos.