Por más que nos cueste aceptarlo, el ser humano es eminentemente alcohólico. O sea, la historia y la arqueología han provisto evidencias suficientes que demuestran que el aprecio por las bebidas alcohólicas tiene una larga data en nuestra historia, y su importancia ha llegado a ser vital en la alimentación de innumerables pueblos y civilizaciones que han pisado nuestro planeta.
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