Irlanda creyó que podía basar su desarrollo convirtiéndose, gracias al dumping social y fiscal, en el portaaviones de las multinacionales norteamericanas. Pierde en todos los frentes. Su sistema bancario está al borde de la asfixia. Contrariamente a lo que la mayoría de los comentaristas insinúan, lo que se llama la “crisis irlandesa”, no es sólo un asunto celta. Es uno de los episodios más violentos de crisis muy profundas y estrechamente imbricadas, la de la construcción europea y la que sacude las relaciones internacionales.
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