1818. España intenta sofocar los movimientos independentistas latinoamericanos y, con una Armada inexistente después de la derrota de Trafalgar, necesita comprar naves para trasladar a sus tropas desde la Península hasta América. Para eso, el rey Fernando VII ordena comprar cinco navíos y tres fragatas a Rusia por un total 13,6 millones de rublos. Cuando llegó la flotilla a Cádiz, los barcos estaban podridos y eran incapaces de cruzar el Atlántico. Negocio ruinoso para España pero redondo para el Borbón, que se embolsó una jugosa comisión.
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