En mis ya lejanos años escolares, la idea de que la policía tuviera que patrullar por los alrededores de los colegios para prevenir el tráfico de drogas nos habría sonado a ciencia-ficción. Podría asegurar que ni en COU (alumnos de 16-17 años) había un solo fumeta, no digamos camellos. Y no es que faltaran las historias truculentas al estilo "El hombre de los caramelos" (al que por aquellas fechas cantaban Gurruchaga y sus muchachos en su primer álbum con una estupenda letra de Eduardo Haro Ibars), pero digamos que la leyenda, que se remontaba a los años Treinta y la Reefer Madness de Anslinger, no se correspondía con la realidad.
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