La estupidez y la guerra

—¿Con cuántos hombres cuenta este batallón? —masculló Lederlingen.

    Tunny respiró hondo.

    —Cuando dejamos Adua, constaba de unos quinientos. Ahora mismo, cuatrocientos, más o menos, recluta arriba, recluta abajo.

    —¿Cuatrocientos? —dijo Klige—. ¿Y vamos a cruzar todos esa ciénaga?

    —¿Qué clase de ciénaga es? —murmuró Worth.

    —¡Es una ciénaga! —gritó Yema, como si se tratara de un perro enano furioso que ladrara a otro más grande—. ¡Una puñetera ciénaga! ¡Una enorme charca de barro! ¿Acaso hay otra clase de ciénaga?

    —Pero…—Lederlingen miró fijamente a Forest, luego a su caballo, sobre el que acababa de cargar casi todo su equipo y parte del de Tunny—. Eso es una estupidez.

    Tunny se frotó los ojos cansados con el pulgar y el índice. ¿Cuántas veces se lo iba a tener que explicar a esos reclutas?

    —Miren. Deben tener en cuenta que las personas se comportan de manera estúpida casi todo el tiempo. Los viejos cuando se emborrachan. Las mujeres en las ferias de las aldeas. Los chavales cuando les lanzan piedras a los pájaros. Así es la vida. Está repleta de necedad y vanidad, de egoísmo y derroche. De mezquindad y tontería. Pero creen que en la guerra eso va a ser distinto, que va a ser todo mucho mejor. Que como la muerte aguarda a la vuelta de cada esquina, todos se unirán frente a las adversidades y juntos combatirán al astuto enemigo, que la gente pensará más, mejor y más rápido. Que todo será… mejor. Que serán héroes.

    Acto seguido, se dispuso a descargar los paquetes de la silla de su yegua.

    —Pues no. Todo sigue igual. De hecho, por culpa de tanta presión, de tantas preocupaciones y de tanto miedo es todo mucho peor. Hay muy pocos hombres que piensen con mayor claridad cuando hay tanto en juego. Por eso, la gente se comporta de forma más estúpida en una guerra que durante el resto del tiempo. Siempre están pensando en cómo esquivar las culpas, o cómo alcanzar la gloria, o cómo salvar el pellejo, en vez de en algo que realmente sirva para algo. No hay otro trabajo en donde se perdone más la estupidez que el de soldado. Ningún otro trabajo la fomenta más.


Fragmento de Los Héroes (2011) de Joe Abercrombie