LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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Fundamentalismo darwiniano. (12 de junio de 1997)

"El radicalismo de la selección natural reside en su poder para destronar algunas de las comodidades más profundas y tradicionales del pensamiento occidental, en particular la noción de que la benevolencia, el orden y el buen diseño de la naturaleza, con los humanos en una cima sensata de poder y excelencia, prueba la existencia de un creador omnipotente y benevolente que nos ama por encima de todo (la versión teológica a la antigua), o al menos que la naturaleza tiene direcciones significativas, y que los humanos encajan en un patrón sensato y predecible que regula la totalidad (la versión moderna y más secular).

Frente a estas creencias, la selección natural darwiniana presenta la postura más contraria imaginable. Sólo una fuerza causal produce el cambio evolutivo en el mundo de Darwin: la lucha inconsciente entre organismos individuales por promover su propio éxito reproductivo personal; nada más, y nada superior (ninguna fuerza, por ejemplo, trabaja explícitamente por el bien de las especies o la armonía de los ecosistemas). Richard Dawkins reduciría el foco de la explicación un paso más allá, a los genes que luchan por el éxito reproductivo dentro de cuerpos pasivos (organismos) bajo el control de los genes, una idea hiperdarwinista que considero una caricatura lógicamente errónea y básicamente estúpida de la intención genuinamente radical de Darwin.

Los mismos fenómenos que los puntos de vista tradicionales citan como prueba de benevolencia y orden intencional -el buen diseño de los organismos y la armonía de los ecosistemas- surgen mediante el proceso de selección natural de Darwin sólo como consecuencias secundarias de un principio causal singular de significado aparentemente opuesto: los organismos luchan sólo por sí mismos. (El buen diseño se convierte en una vía hacia el éxito reproductivo, mientras que la armonía de los ecosistemas registra un equilibrio competitivo entre vencedores). El sistema de Darwin debe considerarse moralmente liberador, no cósmicamente deprimente. En cualquier caso, las respuestas a las preguntas morales no pueden hallarse en la facticidad de la naturaleza, así que ¿por qué no darse el "baño frío" de reconocer que la naturaleza no es moral y no está construida para responder a nuestras esperanzas? Después de todo, la vida existió en la Tierra durante 3.500 millones de años antes de que llegáramos nosotros; ¿por qué deberían los caminos causales de la vida coincidir con nuestras prescripciones sobre el significado o la decencia humana?"

Stephen Jay Gould, "Fundamentalismo darwiniano".

Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator

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La peste

"Las plagas, en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido." Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas."

La peste, Albert Camus

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Herman Melville - Moby-Dick

Pero lejos de este maravilloso mundo de la superficie, otro mundo aún más extraño se ofreció a nuestros ojos cuando miramos desde la borda: suspendidas en esas bóvedas marinas flotaban las madres que criaban a sus hijos y otras que, por su enorme circunferencia, parecían próximas a parir. Como ya he insinuado, el lago era muy transparente. Y así como los hijos de los hombres, cuando maman, fijan su tranquila mirada más allá del pecho materno, como si tuvieran dos existencias distintas al mismo tiempo y al recibir ese sustento mortal se alimentaran de algún recuerdo ultraterreno, del mismo modo las crías de esas ballenas parecían mirar hacia nosotros, pero no a nosotros, como si sólo hubiéramos sido briznas de algas ante sus ojos de recién nacidos. Flotando inclinadas sobre un lado, las madres también parecían mirarnos tranquilamente. Uno de esos niños que, por algunos indicios, apenas parecía tener un día de vida, medía quizá unos catorce pies de largo y unos seis de diámetro. Era muy vivaz, aunque su cuerpo no parecía del todo restablecido de la incómoda posición ocupada en el redículo materno, donde el feto yace como un arco tártaro, la cabeza contra la cola lista para el salto final. Las delicadas aletas laterales y las de la cola aún conservaban ese aspecto rugoso que tienen las orejas de un niño recién llegado de comarcas extrañas.

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Fundación

TRÁNTOR — …  Al comienzo del decimotercer milenio, esta tendencia alcanzó su punto culminante. Como centro del Gobierno imperial durante ininterrumpidos centenares de generaciones, y localizado, como estaba, en las regiones centrales de la Galaxia, entre los mundos más densamente poblados e industrialmente avanzados del sistema, no pudo dejar de ser el grupo humano más denso y rico que la raza había visto jamás. Su urbanización, en progreso continuo, había alcanzado el punto máximo. Toda la superficie de Trántor, 1.200 millones de kilómetros cuadrados de extensión, era una sola ciudad. La población, en su punto máximo, sobrepasaba los cuarenta mil millones. Esta enorme población se dedicaba casi enteramente a las necesidades administrativas del imperio, y eran pocos para las complicaciones de dicha tarea. (Debe recordarse que la imposibilidad de una administración adecuada del imperio galáctico bajo la poca inspirada dirección de los últimos emperadores fue un considerable factor en la Caída.) Diariamente, flotas de decenas de miles de naves llevaban el producto de veinte mundos agrícolas a las mesas de Trántor… Su dependencia de los mundos exteriores en cuanto a alimentos, y, en realidad, todas las necesidades de la vida, hicieron a Trántor cada vez más vulnerable a la conquista por el bloqueo. Durante el último milenio del imperio, las numerosas y hasta monótonas, revueltas hicieron conscientes de ello a un emperador tras otro, y la política imperial se convirtió en poco más que la protección de la delicada yugular de Trántor…

Enciclopedia Galáctica.

Issac Asimov, Fundación.

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Emilia Pardo Bazán - Fragmento discurso en Congreso Pegadógico Internacional, 1892

Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o no constituir; que su felicidad y dignidad personal tienen que ser el fin esencial de su cultura”. Toda educación que no fuese destinada a ese fin último de independencia, de individualidad, no sería educación “sino doma y poda”.

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"El Superhombre" en la Antigua Grecia

El parecer es uno: enfermedad sagrada. No hay que hablar y actuar como hijos de nuestros padres.

Esta gris inocencia que inerme nos rodea. […] ¿Cuántos años hace que no veo un río en crecida?, ¿Cuántos años hace que vivo en esta cobardía que nos asegura nuestra disciplina sin adversidades?, ¿desde cuándo llamamos bondad al miedo?

Lo digno para los efesios mayores de edad sería ahorcarse todos y dejarles el gobierno a los menores; ellos que desterraron a Hermodoro, el más valioso de entre ellos, aseverando: "que nadie entre nosotros sea el más valioso, y si lo fuere, en otra parte y con otros". ¡Ojalá que no os falte la riqueza, efesios, para que quede probado lo perversos que sois! 

Pues los mejores prefieren una cosa a todo: fama perpetua a lo mortal, mientras que la mayoría se hartan como bestias. Los cerdos se complacen más en el fango que en el agua pura. Los asnos preferirían el forraje al oro.

Incapaces de escuchar y de hablar. Escuchando sin entender, a sordos se asemejan. Les cuadra el testimonio del dicho: "presentes, están ausentes". No entienden los más las cosas con las que se topan, ni pese a haberlas aprendido las conocen, pero a ellos se lo parece.

El hombre necio gusta de pasmarse ante cualquier razonamiento... ¿Qué sensatez o qué inteligencia es la de esos? Dan crédito a los recitadores de los pueblos y toman al vulgo por maestro, sin saber que los más son malos y pocos los buenos. Meras creencias lo que el más acreditado conoce y custodia; justicia se encargará de los artífices y testimonieros de mentiras.

Homero merecía que lo expulsaran de los certámenes y que lo azotaran, y Arquíloco, otro tanto . Se ven engañados los hombres respecto al conocimiento de cosas manifiestas, de modo muy semejante a Homero, que llegó a ser tenido por más sabio que los griegos todos. Pues esos menores que estaban matando piojos lo confundieron al decirle: "Cuántos vimos y cogimos los dejamos, pero los que ni vimos ni cogimos los llevamos". 

Heráclito de Éfeso, S. VI / V a.C., (textos seleccionados).

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Eso es vivir...

Vivíamos a cuerpo de rey. Bebíamos como cosacos. Nos amaban mujeres de bandera. Gastábamos a espuertas. Pagábamos con oro, plata y dólares. Lo pagábamos todo: el vodka y la música. El amor lo pagábamos con amor, el odio con odio.

Me gustaban mis compañeros porque nunca me habían defraudado. Era gente sencilla, sin formación. Pero, a ratos, me dejaba boquiabierto lo extraordinarios que podrían llegar a ser. Y, en aquellos momentos, le daba las gracias a la Naturaleza por haberme hecho un ser humano.

Me gustaban los maravillosos amaneceres de primavera, cuando el sol retozaba como un chiquillo, derramando por el cielo colores y centelleos. Me gustaban los cachazudos ocasos de verano, cuando la tierra exhalaba chicharrina y el viento acariciaba con ternura los campos olorosos para refrescarlos.

Me gustaba también el otoño abigarrado, embelesador, cuando el oro y la púrpura caían de los árboles y tejían tapices floreados sobre las veredas, mientras unas neblinas canosas se columpiaban, colgadas del ramaje de los abetos.

Me gustaban también las gélidas noches de invierno, cuando el silencio convertía el aire en una masa pegajosa y la luna meditabunda adornaba la blancura de la nieve con diamantes.

Y vivíamos entre aquellos tesoros y aquellas maravillas, envueltos en colores y centelleos, como niños extraviados que de pronto despiertan en un cuento de hadas. Vivíamos y luchábamos, pero no por unos despojos de existencia, sino por la libertad de ir de un sitio a otro y trabar amistades… En nuestras cabezas bramaban los vendavales, en nuestros ojos jugueteaban los relámpagos, bailaban las nubes y se reían las estrellas. Salvas de carabinas nos daban la bienvenida y nos despedían, muchas veces anunciando una muerte que bailaba impotente a nuestro alrededor sin saber a quién raptar primero.

A menudo, el placer de vivir me dejaba sin aliento. De vez en cuando, los ojos se me empañaban sin que viniera a cuento. De vez en cuando, alguien soltaba una imprecación soez y, al mismo tiempo, me obsequiaba con una sonrisa infantil y me tendía una mano callosa y fiel.

Se pronunciaban pocas palabras. Pero eran palabras de verdad, que yo podía entender fácilmente a sabiendas de que no eran juramentos ni palabras de honor y, por tanto, podían darse por seguras…

Así los días estúpidos y las noches alocadas, que Alguien nos había regalado en recompensa de algo, galopaban entre serpenteos de colorines.

Y, por encima de todo aquello, por encima de nosotros, de la tierra y de las nubes, en la zona norte del cielo, corría el extraño Carro…, reinaba la magnífica, la única, la embrujada Osa Mayor.

El enamorado de la Osa Mayor. Sergiusz Piasecki

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El científico y la muerte

El científico y la muerte

Había una vez un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.

Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.

El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.

Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estrategia.

Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo; sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".

El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".

"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. "Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica".



Extraído del libro “La oración de la rana”, de Anthony de Mello.

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De aquel que pusiere su culo en la cara de otro

Item todo aquel que el culo pusiere en faz de otro omne, o con el mismo en la cara pedo diere, peche CCC ssolidj et salga enemigo si pudiere seer provado. Si non, que iure con VI uezinos et sea creydo.

Fuero de Zorita de los Canes, folio LV verso. Siglo XIII

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El fin de las Inteligencias Artificiales

-No tengais miedo de las inteligencias artificiales. Cuando sean lo bastante grandes y sofisticadas, explotarán.

-¿Y qué te hace pensar eso?

-¿Qué te crees, si no, que fue el Big Bang?

El profesor A Donda. Stanislaw Lem

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En cierto pueblo...

"En cierto pueblo de Siberia todos los osos son blancos. Tu vecino fue a ese pueblo y vio un oso. ¿De qué color era el oso? "

Aleksandr Románovich Lúriya, neuropsicólogo y médico ruso.

Explicación: Luria describió esta falacia lógica en uno de sus viajes para visitar un poblado indígena en el centro de Asia. Quería descubrir si existía una suerte de razonamiento lógico que fuera usado en todas las culturas y sociedades. Curiosamente, la respuesta más habitual entre los miembros de ese pueblo fue: “No lo sé, ¿por qué no se lo pregunta a mi vecino?”.

psicologiaymente.com/reflexiones/frases-alexander-luria

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El Estado y sus oficios

Auschwitz no fue obra de mafiosos ni de terroristas. Auschwitz fue obra de funcionarios.

El encargo. Friedrich Dürrenmatt

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El extraño béisbol alemán

Es curioso el béisbol en Alemania: en Berlín se venden quince veces más bates que pelotas.

Crímenes. Ferdinad Von Schirach.

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Un tío con principios

Me subo a una silla y voy bajando al suelo las cajas de singles. Habrá siete u ocho en total, y aunque las dejo en el suelo procurando no fijarme demasiado en lo que contienen, sin querer me llama la atención el primer single de la última caja: es un James Brown de la King, treinta años de antigüedad, de modo que se me hace la boca agua sólo de pensar en el festín que me aguarda.

Cuando me pongo a repasar como es debido, entiendo que tengo entre manos el cargamento que siempre soñé encontrar, siempre, desde que empecé a coleccionar discos. Hay singles de los Beatles en edición especial y limitada para los clubs de fans; está la primera docena de singles de los Who, y hay originales de Elvis, de principios de los sesenta; hay montones de singles de blues y de soul, y... ¡un ejemplar del «God Save the Queen», de los Sex Pistols, editado por la A&M! ¡No lo había visto en mi vida! Y... ¡oh, no! ¡Oh, no! ¡Dios, no! Está «You Left the Water Running», de Otis Redding, en la edición especial hecha siete años después de su muerte, retirada inmediatamente del mercado por su viuda porque no le...

—¿Qué te parece?

Me mira apoyada contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados, una media sonrisa por la cara de bobo que seguramente se me habrá puesto.

—Es la mejor colección que he visto en mi vida.

No tengo ni idea de qué puedo ofrecerle. El lote debe de valer al menos seis o siete de los grandes, y ella lo sabe. ¿De dónde voy a sacar tanta pasta?

—Pues dame cincuenta libras y te los puedes llevar todos hoy mismo.

Me la quedo mirando: acabamos de dar oficialmente el salto a Chistelandia Fantástica, que es donde aparecen esas viejecitas que te pagan unos buenos dineros para convencerte de que te lleves sus muebles estilo Chippendale. Lo que pasa es que no me las estoy viendo con una viejecita, y ella sabe de sobra que lo que tiene ahí vale muchísimo más de cincuenta libras. ¿Qué está pasando?

—¿Son robados?

Se echa a reír.

—No creo que me hubiese valido la pena, ¿verdad que no?, llevarme todo este lote por una ventana para sacar en total cincuenta libras. No, son de mi marido.

—Entiendo. ¿Así que últimamente no se lleva demasiado bien con él?

—Ni me llevo ni me dejo de llevar. Se ha largado a España, a no sé qué costa, con una chavala de veintitrés años. Una amiga de mi hija, para más señas. Y ha tenido el morro de llamarme y pedirme dinero prestado. Yo le he dicho que no, así que me ha pedido que venda su colección de singles y que le envíe el cheque por lo que saque, quedándome un diez por ciento de comisión. Ahora que me acuerdo, asegúrate de darme un billete de cinco libras, porque quiero enmarcarlo y colgarlo de la pared.

—Le tiene que haber costado muchísimo tiempo reunir esta colección, ¿sabe?

—Sí, años enteros. Esta colección es más o menos el único éxito que ha tenido en toda su vida.

—¿Tiene trabajo?

—Él dice que es músico, pero... —Hace una mueca de incredulidad y de desprecio—. No hace otra cosa que gorronearme y pasarse el día ahí sentado, con el culo cada vez más gordo, mirando los sellos de los discos.

Imagínate: vuelves a casa y te encuentras con que se han pulido tus singles de Elvis y tus singles de James Brown, tus singles de Chuck Berry y todos los demás por cuatro perras, por puro despecho. ¿Qué harías? ¿Qué dirías?

—Mire, ¿no puedo pagarle como es debido? Ni siquiera tendría que decirle a él cuánto ha sacado por los singles: le manda las cuarenta y cinco libras y el resto se lo gasta en lo que quiera, o lo da para obras de caridad, o lo que sea.

—No, ése no es el trato. Quiero ser odiosa pero justa.

—Bueno, lo siento. Yo... prefiero no tener nada que ver con este asunto.

—Como quieras. Seguro que hay otros muchos que sí.

—Ya, lo sé de sobra. Por eso estoy intentando llegar a un acuerdo. ¿Qué le parece mil quinientas? Lo más probable es que la colección valga cuatro veces más.

—Sesenta.

—Mil trescientas.

—Setenta y cinco.

—Mil cien. Y de ahí no bajo.

—Pues yo no pienso vendértela por más de noventa.

Los dos estamos sonriendo. Es difícil imaginar otras circunstancias en las que pudiera darse semejante negociación.

—Es que así mi marido podría permitirse el lujo de volver a casa, ¿entiendes? Y eso sí que no, de ninguna manera.

—Lo lamento, pero creo que lo mejor será que busque a otro.

Cuando regrese a la tienda me pondré a llorar a moco tendido, a llorar como un crío durante un mes entero, pero es que no puedo animarme a hacerle a ese tío semejante putadón.

—Por mí, estupendo.

Me levanto para marcharme, pero me vuelvo a arrodillar. Sólo quiero echar una última mirada con calma.

—¿No me podría vender solamente este single de Otis Redding?

—Desde luego que sí. Diez peniques y es tuyo.

—Venga, por favor. Déjeme pagarle diez libras; por mí, como si después quiere regalar todos los demás.

—Hecho, pero sólo porque te has tomado la molestia de venir hasta aquí, y porque eres un tío con principios. Y sólo por esta vez. No pienso vendértelos uno a uno.

Fragmento de Alta Fidelidad (1995) de Nick Hornby

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Sexo anal filosófico

Cuando al cuerpo le dan por el culo, el espíritu revierte en la metafísica. Así lo afirma Parménides en un texto que, por desgracia, se ha perdido.

El asombroso viaje de Pomponio Flato, Eduardo Mendoza

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Rebelión en la granja - George Orwell

El hombre es el único ser que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales.

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Me estoy hundiendo

"Bloom me estoy hundiendo, me hunde una sociedad que exige el éxito cuando yo sólo puedo ofrecer el fracaso". Max Bialystock, Los productores (1967)

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Ser ciudadanos

En Francia somos militares y somos ciudadanos, otro motivo de orgullo: ¡ser ciudadanos! Esto consiste, para los pobres, en sostener y conservar a los ricos en su poderío y ociosidad. Han de trabajar ante la majestuosa equidad de las leyes que prohíben, al rico como al pobre, acostarse bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan. Es uno de los beneficios de la Revolución. Como la Revolución fue hecha por tontos y por imbéciles, en provecho de los compradores de bienes nacionales, y en realidad sólo conduce al enriquecimiento de los aldeanos taimados y de los burgueses usureros, alzó con el nombre de igualdad el imperio de la riqueza, y entregó Francia a los hombres adinerados, que la devoran de un siglo acá. Son dueños y señores. El Gobierno aparente, compuesto de pobres diablos lastimosos y calamitosos, está sometido a los banqueros. En este país envenenado, de cien años a esta parte, a quien se apiada de los infelices se le supone traidor a la sociedad. Se juzga peligroso al miserable. Asimismo se han dictado leyes contra la indignación y la misericordia.

Anatole France, El lirio rojo (1894)

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La educación de Fred Colon

El sargento Colon había tenido una amplia educación. Había estado en la escuela de Mi Padre Siempre Decía, la universidad de Es De Cajón y ahora era estudiante de posgrado en la facultad de Me Lo Ha Dicho Un Tío En El Pub.

"Voto a Bríos", Terry Pratchett.

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He decidido prescindir de sus servicios

-Hola. Buenas tardes. Su suscripción a nuestra web caducó hace dos semanas. Es el momento de decidir si quiere renovar, o prefiere prescindir de nuestro servicio.

-Prefiero prescindir.

-De acuerdo. Muchas gracias.

-Dame el número de cuenta para ingresaros la cuota, que no sé dónde lo tengo.

Cuando trabajé en un servicio de atención al cliente. 2014

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Pecado sin originalidad

-Creo que la vida te resulta tan complicada porque piensas que hay gente buena y gente mala -empezó el hombre-. Pero te equivocas, desde luego. Únicamente hay gente mala, lo que pasa es que algunas personas ocupan posiciones enfrentadas.

Hizo un gesto en dirección a la ciudad, y se acercó a una ventana.

-Es un inmenso mar de maldad -dijo, casi como hablando de una propiedad suya-. Poco profundo en algunas zonas, claro, pero enorme, terriblemente profundo en otras. Siempre hay gente como tú que construye frágiles barquitas de normas e intenciones vagamente buenas, y decís que eso es lo bueno, lo que triunfará al final. ¡Es increíble!

Dio una amable palmadita a Vimes en la espalda.

-Ahí abajo -siguió-, hay gente que seguirá a culaquier dragón, que adorará a cualquier dios, que cerrará los ojos a cualquier iniquidad. Aceptarán toda maldad cotidiana. No es la maldad creativa, aguda, de los grandes pecadores, sino una especie de oscuridad masiva de las almas. Pecado sin originalidad, se podría decir. Aceptan el mal, no porque digan , sino porque dicen no. Lo lamento si esto te ofende -añadió, dando unas palmaditas en el hombro del capitán-, pero los que son como tú nos necesitan.

-¿Sí, señor?

-Oh, sí. Somos los únicos que sabemos hacer funcionar las cosas. Verás, lo único que hacen bien las personas buenas es librarse de las malas. Eso lo hacéis de maravilla, desde luego. El primer día suenan las campanas porque ha caído el tirano, y al siguiente todo el mundo empieza a quejarse porque, desde que se fue el tirano, no funciona el servicio de recogida de basuras. Porque la gente mala sabe hacer planes. se podría decir que es un requisito imprescindible para ser malo. Hasta el último tirano malévolo ha tenido un plan para dominar el mundo. En cambio, la gente buena no parece comprender el concepto.

(¡Guardias! ¡Guardias! Terry Pratchett).

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Abrázame, que nunca se sabe

Casi todas las infancias de mi generación (tengo veintisiete años) contienen una vivencia común: los atracones forzosos en casa de los abuelos. «Cómetelo, que nunca se sabe cuándo puede venir otra guerra», solía decir la mía, aunque fuese un garbanzo lo que me dejase en el plato.

Su gran trauma colectivo fue el hambre. Y por eso, desde entonces, atesoraron, previsores, cada ocasión de alimentarse como si pudiese ser la última y vieron en cada mesa llena un privilegio.

Mientras tanto, nosotros, capaces de vaciar sin remordimiento media nevera en la basura, crecimos en una burbuja de presunta seguridad en la que, estábamos convencidos, nunca pasaría nada.

Ahora recibimos nuestra primera herida. Si esta pandemia es nuestra guerra, nuestra hambre es de contacto, y creo que nuestros traumas serán el aislamiento y la distancia.

Por eso, me pregunto si en un futuro no nos convertiremos en precavidos atesoradores de cariño y dedicaremos a nuestros nietos frases como la que titula esta carta.

Ricardo Ramos Rodríguez, Calatayud (Zaragoza)

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Sistá clarismo...

"Está claro que la gente no quiere guerras...

Pero después de todo, son los dirigentes del país los que deciden la política, y siempre resulta sencillo llevarse a la gente de calle, ya sea en una democracia, una dictadura fascista, un parlamento o una dictadura comunista. Con voz o sin ella, siempre se puede conseguir que la gente haga lo que se les antoja a los dirigentes. Es fácil. Basta con decirles que se les está atacando y denunciar la falta de patriotismo de los pacifistas".

Hermann Goering (18 Abril 1946, en el juicio de Nüremberg).

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Sinfonía circular para países pobres, en seis movimientos sucesivos

Para que sean los brazos obreros cada vez más obedientes y baratos, los

países pobres necesitan legiones de verdugos, torturadores, inquisidores, carceleros

y soplones.

Para alimentar y armar a esas legiones, los países pobres necesitan

préstamos de los países ricos.

Para pagar los intereses de esos préstamos, los países pobres necesitan más

préstamos.

Para pagar los intereses de los préstamos sumados a los préstamos, los

países pobres necesitan aumentar las exportaciones.

Para aumentar las exportaciones, productos malditos, precios condenados a

caída perpetua, los países pobres necesitan bajar los costos de producción.

Para bajar los costos de producción, los países pobres necesitan brazos

obreros cada vez más obedientes y baratos.

Para que sean los brazos obreros cada vez más obedientes y baratos, los

países pobres necesitan legiones de verdugos, torturadores, inquisidores...

Eduardo Galeano -Memoria del fuego III El siglo del viento

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Coplas por la muerte de su padre

I Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,   

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

II Pues si vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.  

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

mas que duró lo que vio,

pues que todo ha de pasar

por tal manera.

III Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir,

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

   allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

IV Dejo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores;

A Aquel solo me encomiendo

Aquel sólo invoco yo

de verdad,

que en este mundo viviendo

el mundo no conoció

su deidad

V Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

   Partimos cuando nacemos

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que cuando morimos

descansamos.

VI Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquel

que atendemos.

   Aun aquel Hijo de Dios,

para subirnos al cielo,

descendió

a nacer acá entre nos,

y a morir en este suelo

do murió.

VII Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor

aun primero que miramos

las perdemos:

   de ellas deshace la edad,

de ellas casos desastrados

que acaecen,

de ellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallecen.

Jorge Manrique

15 7 0 K 40
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menéame