¿Alguna vez el olor a pan recién hecho te ha pillado desprevenido y ha conseguido que compres más barras de la cuenta? En caso de que la respuesta haya sido afirmativa, puede que después de haber caído en la trampa de tu estómago y tu olfato, también te hayas planteado congelar el pan que te ha sobrado. Pero cuál es nuestra sorpresa que, al descongelarlo, muchas veces descubrimos que su consistencia ha cambiado a una más chiclosa y menos apetecible. Nos habéis preguntado cómo evitar que esto suceda.