La idea surgió en un club de ciencias de estudiantes secundarios cordobeses: un equipo de profesores y alumnos de la Escuela Superior Integral de Lechería, que funciona en Villa María, encontró una forma innovadora de aprovechar el lactosuero -que se genera al fabricar queso, y que hoy suele descartarse- para elaborar un nuevo tipo de ‘postrecito’ lácteo con menos contenido graso y más saludable.