Somos aquello en lo que creemos (o al menos casi siempre). Disculparse es reconocer la existencia de esa disonancia cognitiva, y eso, según los psicólogos, puede exponer nuestro autoconcepto porque le estamos entregando poder al interlocutor con el que nos disculpamos o admitimos nuestro error. Curiosamente este estudio reveló que las personas que se niegan a disculparse después de un error reciben después un empujón de autoestima y experimentan un “incremento de sentimientos de control, poder e integridad en sus valores”