A veces me canso de que repetir a la gente que no estoy nervioso, que no pienso más rápido de lo que hablo, que no me pasa nada. Simplemente, soy tartamudo. Y no, no hay cura, porque hasta donde se conoce, no es una enfermedad. Otra cosa es que me ponga enfermo al ver a la gente reaccionando con caras raras a mi manera peculiar de hablar. Por eso, me he tomado la licencia de poner aquí un artículo de mi buen amigo Cristobal Loriente, para …