edición general
  1. @Naeriel @DrCottle Sí, pero yo de momento prefiero comer algo que no me repugne al ver o pensar en comérmelo. Mientras mi genética y la aleatoriedad de mi vida siga manteniendome con una vista razonablemente buena, y mi mente no este decrépita provocando que olvide mi aprendizaje gustativo basado en una cultura gastronómica preferentemente mediterránea, no me veo comiendo hormigas de la miel fritas, escarabajos al chocolate, ni saltamontes a la plancha(aunque seguro que me como algún bicho en la ensalada). Pero mi repugnancia es cultural. Los caracoles están buenisimos y aquí los comemos. El conejo en otras partes es una mascota (en EEUU lloran su pérdida y lo entierran, en lugar de darle un buen dorado con un manojo de ajos). Las siguientes generaciones acabarán por reconocerles a los insectos las bondades que tienen y entrarán a formar parte de nuestros platos populares como ya lo están haciendo las algas. Hay quien come todo aquello de lo que la naturaleza le provee.
  1. @alvetab

    ¿Y los mariscos? ¿Si no estuviéramos acostumbrados alguien se iba a poner a comer esos bichos que parecen sacados del infierno? Si son como arañas enormes pero que viven en las oscuras y recónditas profundidades del mar... :-P

    @Naeriel @DrCottle
    1. @nilien Lo más lastimoso es la poca empatía que sentimos por ellos. A algunos incluso los cocinamos vivos. Lo criminales que nos hace parecer el antropomorfizar lo que nos comemos. Al final es una cuestión de balance energético y la necesidad de compensarlo, que hace que en la selva, muriendote de hambre no pensases ni fueses tan remilgado culinariamente. Incluso para usar a tu compañero/a de fatigas como ingrediente principal.

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