edición general
  1. Antes llamabas por teléfono a la casa de tu rollete, rezando porque quien cogiese el teléfono no fuera el padre. Quedabas, te ponías tus mejores galas y la mejor de tus sonrisas. Si se dejaba meter mano ya te podías dar con un canto en los dientes.
    Ahora la chavalada se mete en la habitación, se ponen como Dios los trajo al mundo y se mandan fotos por Snapchat hasta de la sonrisa, ya me entendéis. Quedan por Tinder y van a lo que van. ¿Los padres? En Facebook.
    Puta vida, tete.

menéame