El estancamiento científico y la religión

"El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio.Toda la ciencia de los hombres: palabras.Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas:sombras. El resultado de tu meditación perpetua: nada" (Omar Jayam)

La ciencia física se encuentra estancada. Es algo que ya nadie puede negar. Hace más de 30 años que ningún nuevo avance teórico consigue revolucionar el panorama, y la experimentación, en lugar de apoyar las nuevas hipótesis que van apareciendo no hacen más que echar más leña al fuego incrementando la inconsistencia de lo ya establecido (energía oscura, materia oscura, gravedad cuántica, etc).

Precisamente en estos momentos la comunidad científica debate acaloradamente entre sí sobre este asunto. Y aunque el debate sigue abierto, hay una cosa que parece clara: los niveles de energía requeridos para continuar estudiando empíricamente el mundo ya (casi, casi) han topado con el límite de lo humanamente realizable en tiempo y coste razonable. El modo en que funciona el mundo físico supone que cada mejora energética en los aceleradores de partículas suponen un aumento exponencial (y no lineal) en los costes de producción y explotación, por lo que con muchísimo esfuerzo todavía es cierto que nos queda una última bala "asequible" en la recámara (de ahí las nuevas propuestas del CERN). Pero debe quedar claro que en todo caso sería la última. El crecimiento geométrico de recursos necesarios ya garantiza que cualquier intento por mejorar mucho más el hipotético acelerador de 100 TeV (que está sobre plano) sería prácticamente algo que tendría que esperar siglos o milenios en llegar. Pero la cosa es todavía peor, puesto que incluso en el caso de que se lograse ahora la financiación necesaria con la que invertir más de 50 años de construcción y varios miles de millones de euros en este nuevo acelerador más potente (al que denominan FCC-hh), muchos físicos proclaman ya sin sonrojarse que no hay razón teórica alguna que garantice que en este nuevo rango de energías se vaya a descubrir nueva física. Pasar de los 14 TeV del LHC a los futuribles 100 TeV del FCC, dicen los detractores, no es garantía de nada. Como muchos defienden, posiblemente la nueva física se encuentre varios órdenes de magnitud por encima de esos 100 TeV, y si la cosa resulta ser así pues lo dicho, habría que esperar milenios rezando porque la civilización aguante lo suficiente como para construir un acelerador de partículas del tamaño del sistema solar (algunos hablan que sería necesario uno del tamaño de la mismísima Vía Láctea, ahí es nada). Así pues, visto lo visto no es por tanto descabellado plantearse que posiblemente el estudio de la física tal y como la conocemos ha llegado a su fin (o que, en el mejor caso, cualquier nuevo apoyo experimental tardará milenios en llegar).

Y resulta que ante esta perspectiva desalentadora hay un gremio que se frota las manos: el de la religión. Como la ciencia ya no es capaz de llenar con la misma fuerza que antes los huecos explicativos, pues en teoría quedaría abierta la veda para la vuelta a la pura especulación espiritual y mística. Sin embargo, a muchos teólogos creo que se les escapa (quizás intencionadamente) tener en cuenta otra posibilidad (quizás la más sensata dados los hechos): que estemos simplemente condenados al escepticismo y al agnosticismo (a un profundo desconocimiento en general).

Y es que bien podría ser que después de todo la ciencia actual no lleve (con sus fracasos) a valorar más a la metafísica como fuente de conocimiento, sino que simplemente se limite a mostrarnos o hacernos ver que en física ya no hay nada más (nada nuevo) que podamos entender (comprender, conocer, o como se quiera definir). Es decir; que nos lleve finalmente a aceptar la renuncia al conocimiento en esta ciencia fundamental.

Porque es cierto que la limitación práctica y teórica descriptiva de la ciencia es cada vez más evidente; pero lo que quede una vez el avance científico se detenga del todo, probablemente no sea más que la comprensión de la renuncia, el sometimiento de la absoluta duda racional explicativa. De hecho, de no ser nuestra especie tan vehemente esta abdicación debería haber llegado mucho antes, quizás desde que hablara hace siglos el enorme filósofo que fuera David Hume.

Y es cierto que como no se cansan de repetir los teólogos que el mundo es un misterio: ¡claro que sí, sin ninguna duda! pero es un misterio que por lo visto nos acompañará como especie por el resto de nuestra existencia. Un misterio cuya Verdadera causa permanecerá oculta probablemente por los restos de los tiempos: oculta para cada persona ya nacida, y también para cada persona que reste por nacer. Qué fenomenal poema aquel del persa Omar Jayam que ya hace mil años decía:

«Al mundo me trajeron sin mi consentimiento

y los ojos abrí con sorpresa infinita,

partiré después de reposarme un tiempo

sin saber la razón de mi entrada y salida.» 

Y da igual lo que cada cual crea o deje de creer como sujeto (¿metafísica? ¿fe?, hay tantas como personas pensantes). No, amigos. No hay nada que podamos hacer para trascender nuestra experiencia: estamos condenados a priori (como ya adelantó Immanuel Kant) a la más absoluta duda trascendental, y como hemos visto (y para más inri) también en la práctica acecha la duda causal sobre gran parte de la fenomenología inmanente.

En este sentido, creo que también viene a cuento la maravillosa cita de Leopardi que dice así:

«Tiempo llegará en que este Universo y la Naturaleza misma se habrán extinguido. Y al modo de grandísimos reinos e imperios humanos y sus maravillosas acciones que fueron en otra edad famosísimas no queda hoy ni señal ni fama alguna, así igualmente del mundo entero y de las infinitas vicisitudes y calamidades de las cosas creadas no quedará ni un solo vestigio, sino un silencio desnudo y una quietud profundísima llenarán el espacio inmenso. Así este arcano admirable y espantoso de la existencia universal, antes de haberse declarado o dado a entender, se extinguirá y perderáse.»

Cierto: "Tiempo llegará en que este Universo y la Naturaleza misma se habrán extinguido". Este es, de hecho, el único conocimiento inmanente (termodinámico) que la ciencia física nos asegura sin lugar a dudas: la insoslayable "muerte" térmica del Universo (o el más rápido Big Rip, que para el caso viene a ser casi lo mismo); y del resto, pues poco más parece que se puede comprender al detalle, y mucho menos explicar. Sin mucho miedo a equivocarnos podemos decir que: "este arcano admirable y espantoso de la existencia universal (el misterio), antes de haberse declarado o dado a entender, se extinguirá y perderá" junto con todo lo demás.