El lingüista, político y filósofo Antonio Gramsci, una de las figuras intelectuales más importantes de la historia para la izquierda mundial, nació un 22 de enero de 1891 en Ales, Cerdeña, en el seno de una familia sumida en la miseria, lo que no le permitió sacar adelante sus estudios más que de forma muy intermitente. Los socialistas italianos lo consideraron por muchos años uno de los padres del renacimiento democrático de Italia y de las tradiciones socialistas democráticas.
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¿Más importante que, yo que sé, Althusser? ¿O más que Habermas —si uno considera la teoría crítica una contribución al socialismo—?
«Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano ni de tomar posición. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso, odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos.
La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar, aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca.
Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos. Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después sólo una sublevación podrá derrumbar.
Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Por eso, odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidian sus lamentos de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos; cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, que han hecho, y especialmente, que no han hecho, y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Vivo, soy militante. Siiento ya en la consciencia de los de mi partido el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi partido están construyendo. En ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por azar ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy militante. Por eso odio a quien no toma partido. ¡Odio a los indiferentes!».
www.meneame.net/m/Artículos/gramsci-sobre-economismo
Está bien no ser indiferente, pero es saludable no estar en eterno conflicto.
La vida es más que una segmentación izquierda/derecha.
No estamos salvando a nadie, quizá lo contrario.
Todos queremos un mundo mejor, pero ya que nadie tiene la solución clara, hay veces que se debe observar con tolerancia y abrir la mente.
Ciertas posturas no dejan de ser un conservadurismo acartonado de izquierda.
Don't you know it's gonna be? Alright!
The beatles
Creo que lo que busca es que la gente deje de lamentarse con explicaciones como "así lo ha querido Dios", "no hay nada que hacer", "es ley de vida", etc. y se mueva y luche porque esas injusticias, que se pueden apreciar en muchas casos, generalmente los más graves, tanto por gente de centro, de izquierdas, de derechas, liberales en lo ecónomico, etc. no se produzcan. Es decir, no ser un mero espectador en el teatro de la vida.
Madre mía, un artículo sobre Gramsci en portada. Me parece que no voy a leer los comentarios.
wethey cant.Dependiendo del contexto histórico está bien odiar a otros o no. Todo bien, todo correcto.