Una investigación basada en escaneos MRI (captación de imágenes mediante resonancia magnética) muestra que correr podría afectar a la estructura y funcionalidad del cerebro de formas semejantes a como lo hacen ciertas tareas complejas, como tocar un instrumento musical. Los cerebros de los corredores poseen una mayor conectividad funcional que los de los individuos más sedentarios.
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