Generaciones de estudiantes de física en la Universidad de Granada quedaron marcadas por un catedrático de termología, don Jesús Biel Gayé, una persona de grandes méritos, dotado de una inteligencia y unas capacidades intelectuales excepcionales. Sus cursos de termología en segundo de física eran insuperables. Insuperables no en el sentido de que fueran muy buenos, sino en el otro: que no los superaba casi nadie, o sea, que suspendía todo dios.