Baltasar Garzón puede caer más o menos simpático. En su carrera judicial ha dado tantos brincos y cabriolas, ha acaparado tanto espacio mediático y su ego se ha mostrado tan desnudo que cualquier ciudadano puede encontrar motivos de agravio en alguna actuación del magistrado estrella. Pero no perdamos la perspectiva. Lo que está en juego no es la carrera de un juez, sino la última imposición del franquismo.
|
etiquetas: garzón , franquismo , transición