¿Cómo usaban los romanos el aceite de oliva?

Mi familia tiene olivos y la vida de mis abuelos y de gran parte de mis tíos y primos siempre ha girado en torno a estos árboles que (dicen) plantó mi tatarabuelo hace unos 150 años. No os voy a aburrir con el típico artículo de “el campo está muy mal” porque hay otros más informados que yo al respecto, sino que os voy a contar lo que he aprendido sobre los usos que se daban en la antigua Roma a este aceite (“el oro líquido” que nos intentan vender en las campañas institucionales).

Si empezamos por las fuentes escritas de aquella época (que ya sabéis que me encanta), podemos leer que Catón el Viejo recomendaba aprovechar las aceitunas que se caían espontáneamente del árbol para alimentar a los esclavos. Estas aceitunas no son tan ricas para comer como las que se cogen directamente del árbol y por eso se suelen usar para hacer aceite.

Disclaimer, para los que no estáis familiarizados con ellas: las aceitunas crudas saben a rayos y hay que tratarlas de alguna manera antes de poder coméroslas. No, tampoco las aceitunas maduras están ricas.

Todo está más rico con aceite de oliva

El libro para los gourmets romanos por excelencia, De re coquinaria de Apicio, incluye el aceite de oliva como ingrediente indispensable en más de 300 recetas. Sus usos van desde el aliño, el condimento, la base para freír, para hacer salsas, repostería… vaya, más o menos como ahora. Échale un chorro de aceite de oliva a cualquier cosa y de pronto está mucho más bueno.

En la época de Julio César el aceite de oliva fue incluido en la annona, el abastecimiento gratuito de grano que se entregaba al ejército para su manutención. Esto provocó que aumentara la demanda, y se han encontrado ánforas de aceite en pueblos del centro y Norte de Europa que tradicionalmente no lo producen, por lo que suponemos que fueron incorporándolo como ingrediente de su dieta.

Usos alternativos del aceite de oliva

 El aceite de oliva fue muy usado como combustible para la iluminación debido a que tenía un bajo porcentaje de agua y ardía muy bien. Las lucernas huecas se rellenaban con los aceites de peor calidad y se empapaba una mecha de lino o papiro que ardía durante largo rato gracias al aceite.

La calidad del aceite se mide en función de si procede de la primera prensada o de las sucesivas. A partir de la segunda, ya se usan los restos de las aceitunas (pieles y hueso sobre todo) para abonar los campos debido a que siguen teniendo nutrientes que son estupendos para las tierras.

En las termas era habitual ungir el cuerpo de los atletas con aceite de oliva antes de entrenarse en las palestras o gimnasios. Con una fina capa de aceite hidrataban su piel y la protegían del sol (o eso pensaban). Al finalizar el entrenamiento se quitaban el barro, el sudor y el aceite con una especie de espátula llamada estrígilo. Sé que os vais a morir del asco, pero luego los gimnasios guardaban este mejunje y lo vendían para usos medicinales.

En medicina tenía otras aplicaciones menos asquerosas, y lo recomendaban los médicos para calmar los cólicos, tratar las úlceras y para bajar la fiebre. Y a partir del siglo II a.C. lo encontramos en forma de unguenta, una variedad de aceite perfumado usado sobre todo en cosmética y perfumería, y solía estar mezclado con aceite de laurel, de nueces, de almendra o de rosas.