El fallo considera probado que, en ese momento, el procesado, "de una manera sorpresiva que dificultaba a la víctima poder defenderse de una forma mínimamente eficaz, cogió del cuello" a la mujer y, "con la intención de acabar con su vida, la tiró al suelo, asestándole con una navaja de unos 10 centímetros que portaba un total de 68 puñaladas" por todo el cuerpo. Según la sentencia, "con dicha acción, el acusado aumentó de forma deliberada e inhumana el dolor de la víctima, que quedó todavía viva y tirada en el suelo en un gran charco de sangre
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