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Cuando estudias "pinta y colorea"

Soy una persona muy normalita. Mujer . De entre 40 y 50 años. Estudios sanitarios. Las mujeres somos mayoría en ese sector y nos ganamos bastante bien la vida en él.

No me siento discriminada en ningún modo. Una mujer médico, una mujer enfermera, una mujer veterinaria o técnica de laboratorio no gana menos que un hombre en el mismo puesto.

Si no soy jefa es porque no he querido. Tengo un jefe porque así lo quise. Trepar en según qué ambientes requiere dedicación exclusiva y yo tengo otros intereses. Los he tenido siempre. Mis compañeras, igual. Ni me extraña ni me ofende que ciertos puestos directivos sean ocupados mayoritariamente por hombres, porque esos puestos describen, en realidad, un vacío vital muy preocupante: hay que ser un desgraciado para dedicar tu vida a conseguir eso. Y las mujeres que conozco no somos tan desgraciadas. Lo digo de corazón.

Hasta ahí, no hay problemas. Lo que me produce sonrojo es la cantidad de mujeres que han estudiado "pinta y colorea" y se creen en el derecho de llamarse a sí mismas sojuzgadas y subrepresentadas.

Mira, chata, de verdad: si en tu carrera las prácticas consistían en dar palmas o hacer collares de macarrones, no puedes compararte conmigo ni con cualquier persona seria.

Si tu carrera consistía en observar, juzgar y comentar algo, lo que sea, no puedes compararte conmigo ni con la gente que ha tenido que estudiar dos o tres mil horas. No tiene nada que ver.

Si tu carrera consistía en creatividad, buen gusto, estética, o cualquier otra basura subjetiva en la que un anormal de ego subido calificaba los trabajos de otros aspirantes a estetas con el ego en alza, no puedes compararte conmigo.

Ni conmigo, ni con toda esa gente que estudia para aportar algo, producir algo, construir algo o reparar algo.

Ya sé que hoy no se lleva decir que hay escalas, baremos y jerarquías. Ya sé que no se lleva decir que hay estudios, países y personas que son mejores que otras. No se lleva decir que existe lo superior y lo inferior.

Pero al realidad es un árbitro muy cabrón. Y la realidad nos pone a cada uno en nuestro sitio.

Así que amigos, y sobre todo amigas, es hora de coleccionar peinetas.