Las dos caras de la rendición

A menudo, cuando contemplo la guerra de Ucrania, echo un ojo a lo sucedido en las Guerras Mundiales, y creo que vale la pena compartir esa reflexión, a sabiendas de que puede haber otras interpretaciones y otras vísceras palpitantes sobre el asunto.

La cuestión tiene dos facetas, y por eso es bueno cambiar el sujeto pasivo. Quizás así seamos capaces de llegar al concepto, en vez de a la personalización.

Tanto Alemania como Japón se rindieron y demostraron que no pasa nada cuando te rindes. Al principio parece una catástrofe, pero tu gente vive y la vida sigue, y resulta que diez años después, en 1955, tanto Japón como Alemania son socieddes prósperas, que no han perdido gran cosa con la rendición. ¿Hubiese sido mejor que luchasen hasta el último hombre? Yo creo que no: creo que hay que saber dónde luchar y dónde se puede vencer, y ambas naciones identificaron el momento de dejar la lucha para otro momento. Y vivieron. Y prosperaron. Porque la vida y la Historia dan muchas vueltas, pero las tumbas no se revierten nunca en resucitados.

Esa es mi opinión, a veces, para el caso de Ucrania. Quzás fuese mejor para elolos buscar una mala paz y esperar que el tiempo acabase con Putin y su régimen para, en un momento mejor busccar un destino mejor. Como los alemanes y los japoneses.

Luego están, en ootro lado, los seguidores de Goebbels o de Hanke, esa gente que tanto prolifera por aquí sin saber quienes son sus patrones. Esa gente que decía que cada día de resistencia era un punto más de escarmiento en el pellejo del enemigo. Esa gente que mantuvo Breslau hasta después de la caída de Berlín sólo para matar soldados soviéticos, porque sí, para que escarmentasen, para que temiesen a Alemania incluso después de muerta, porque es el miedo el que sostiene la paz.

Puede que Goebbels y Hanke tuviesen razón y lo que mantuvo el respeto a Alemania fueron los millones de muertos que se necesitaron para vencerla. Vete a saber. Pero yo no lo veo así. No puedo verlo así con la sangre de los demás.

Yo me siento más cerca de tipos como Adenauer, que consideran la rendición un éxito y escriben aquello, en Colonia: "¿Quieres ver nuestras ruinas? ¡Pues date prisa!"

No pasa nada por parar la guerra, aún con una mala paz. Salvo en el cementerio, siempre hay un día mejor más adelante.