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La epopeya de Chandler

La epopeya de Chandler

Imaginemos la desgracia de ser Chandler Bing. Imaginemos ese calvario. Tener por nombre un apellido y, por apellido, la onomatopeya de un timbrazo. Tener un número impar de uñas en las manos, de pezones en el torso y de dedos en los pies. Imaginemos que todo te pase a ti. Que vayas al sastre y te toquen. Que vayas al metro y te laman la nuca. Que tu padre se meta a cabaretera. Imaginemos algo peor todavía: que no te dejen ser buena persona. Ni siquiera persona, a secas. Que le robes la novia a tu mejor amigo.

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