Apenas 48 horas después de que Santiago Abascal se asegurase el liderazgo de Vox durante cuatro años más y se afanase en exhibir una aparente unidad interna y en refutar cualquier atisbo de malestar entre sus filas –“Son películas de ciencia ficción de los medios de comunicación”, profirió–, la primera crisis institucional le ha estallado en la frente. Y no una crisis trivial: la formación corre el peligro de quedar pulverizada en el Parlament balear, resquebrajando a su paso la delgada cuerda sobre la que caminan la pretendida estabilidad y...
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