No es el derecho a reparar, sino a ser pobre

Mi apodo en MNM es Tieso, por si no os habéis fijado. Y sí, alude a mi estado económico. Desde que soy pobre -casi una década ya, vengo de la anterior crisis-, he aprendido a buscarme la vida para ahorrar dinero y seguir viviendo. Y una de mis experiencias más traumáticas es la reparación de aparatos. Digo traumática porque tienes que buscarte un manual en internet que esté explicado mínimamente, comprar las piezas, y no romper nada al sustituirlas. Una vez lo has hecho y ha salido bien parece fácil. Pero la angustia personal de quedarte sin un electrodoméstico importante, cuyo precio nuevo no puedes pagar, es difícil de explicar. Al final es un poco como estar al borde un precipicio con un tigre detrás. Saltas y cruzas los dedos. Pidiendo no matarte.

Esta semana fue la lavadora. Llevaba años dando por saco, o se llenaba de agua cuando estaba apagada, o se paraba en medio de un programa con el mensaje de error. Al comenzar el cole decidió dejarnos colgados. O íbamos a lavar a casa de mis suegros, o buscábamos una lavandería de barrio. Descartado comprar una lavadora, y pagar el servicio técnico, dado el presupuesto, tampoco. Una vez más opté por arreglármelo yo. En el peor de los casos tendría lo mismo, una lavadora que no funcionaba.

La cosa ha acabado bien. He aprendido un huevo sobre lavadoras, más que nada porque no tenía ni p. idea de ellas, aparte de encenderlas. Tienen una electroválvula que admite agua en el tambor y una cosa que se llama presostato que regula la admisión de agua, para que no se llene de más ni se quede sin ella. Son dos piezas fáciles de sustituir, abres la tapa con un par de tornillos, desconectas esas piezas con cuidadito, las pones nuevas. Milagro.

Milagro si consigues encontrar las piezas. El cachondo del fabricante de mi lavadora pone en su web que garantiza la fabricación de piezas durante diez años. Con la foto de una señora sonriendo con un polo de la empresa. Y cuando tu máquina, como la mía, tiene dieciséis. Pues te cagas en su buenismo publicitario. Pero oye, los tiesos tienen que buscarse la vida. Es cuestión de echar el resto en las búsquedas y mirar bien las páginas de venta para que no te timen.

Milagro también si consigues encontrar los vídeos o explicaciones de gente majísima que lo ha subido a internet por diferentes razones. El Tieso os bendice a todos desde aquí. A los que me habéis ayudado con la lavadora, con la impresora, con los ordenadores y con mi bici de veintidós años.

No se habla lo suficiente del derecho a reparar. No va de beneficios empresariales, no solo. Es cuestión también de supervivencia. Y de que las cosas se fabriquen con piezas sustituibles, no se pierdan garantías por abrirte tú los aparatos, y ese largo etcétera. En un mundo ideal habría que pedir además a los fabricantes que no oculten que sus nuevas piezas sustituyen a las antiguas con un aspecto un poco distinto (caso mi lavadora). Y ya sería la leche si junto al manual de instrucciones viniera un plano interno de la máquina. Conste que no tengo nada contra los servicios técnicos, oficiales o no, hay gente ganándose la vida con eso, mis respetos. Pero coño, tiene que haber un hueco para los que somos pobres y no pedimos otra cosa que el derecho a seguir viviendo, con nuestros propios recursos. Los que tenemos. Sin ayudas pero sin zancadillas.

Un abrazo, meneantes. Aquí un hombre feliz que puede seguir lavando la ropa de su familia. Para que digan que no hay días buenos en la vida de un tieso.