Odio y asco al teléfono móvil

Últimamente estoy teniendo algunos problemas familiares, básicamente porque me niego a recibir ciertas llamadas telefónicas. Eso hace que se me catalogue de antisocial, desapegado, y similares.

No sé si le ocurrirá a más gente, pero escribo este artículo porque ya estoy harto. Estoy harto de ser yo el "malo". De que algunas personas no entiendan o no capten que me aburre y me frusta profundamente estar treinta, cuarenta y cinco minutos o una hora pegado a un aparato manteniendo una conversación insulsa, insustancial, relegada a temas banales o pasajeros y sin ninguna otra utilidad que someter a un interrogatorio más acorde al deseo de curiosidad y al aburrimiento que de la propia preocupación por la otra persona en base al cariño.

Este tipo de llamadas yo las denomino "visitas forzadas". Estás tan tranquilo en tu casa, entretenido u ocupado con tus cosas, y de repente recibes una visita sorpresa. A lo mejor no tienes el tiempo ni el estado de ánimo para recibirlas, pero la aceptas ya que han venido a tu casa. No se encuentra mal, no necesita nada, sólo quiere un poco de contacto humano. Dentro de ese aparente aprecio, hay un egoismo intrínseco. No le importa si yo estoy disponible, o si tengo ganas de hablar, o si tengo la cabeza en otros lugares.

Puedo entenderlo si la persona necesita realmente hablar. Alguien con quien desfogarse, con quien expresarse, buscar ayuda u opinión, desahogarse o debatir algo que le interese y que le tenga preocupado. No puedo entenderlo si la persona está aburrida, viene a decirme que le duele la espalda, a hablar del tiempo, del coronavirus.

Ésto, con el teléfono móvil, se exacerba. Ya no tiene que hacer el esfuerzo de desplazarse a tu casa. Simplemente, desde la comodidad de su hogar, agarra el teléfono y te llama. "Te llamo porque no sé nada de ti", te dicen. Bueno, a lo mejor es que no hay nada que saber. De salud bien, el trabajo bien, el resto de la familia bien. Ahí debería acabar la conversación. Cinco minutos.

Pero no, la conversación se alarga artificialmente, mediante varias estrategias:

  • Repentino interés por cosas que ni le van ni le vienen, o cosas que no entiende. ¿De verdad quieres que te cuente qué me ha pasado en el trabajo? No soy rescatista, ni investigador nuclear. El trabajo es rutinario, con sus particularidades puntuales. ¿Quieres que te cuente anécdotas? ¿Qué más da, si ni siquiera yo les doy importancia? ¿Qué gracia tiene una anécdota fuera de contexto?
  • Derivar la conversación en terceras personas. No lo soporto. "Fulanito esto, fulanito lo otro". Ya sea otro familiar o algún personaje más o menos famoso. No me gusta hablar o criticar a la gente a sus espaldas, y no aguanto que la gente lo haga. No quiero oir sólo un punto de vista, y probablemente no me interese conocer el punto de vista del tercero pues probablemente sean problemas o prejuicios personales, y no me gusta meterme ni que me metan en medio. Me obligas a mostrar comprensión sin ni siquiera saber cuál es la situación de la otra persona. Me parece inmaduro, deshonesto e irracional.
  • Escarbar y rebuscar problemas. "¿Seguro que estás bien?", "algo te pasa", "si no me lo quieres contar dímelo". Estoy de puta madre, no me pasa nada. ¿Quiéres que me invente algo, o que exagere alguna situación, para que parezca que las cosas me van mal, y así tener algo que contar? Por fortuna no puedo quejarme de nada o, mejor dicho, las cosas de las que podría quejarme son irrelevantes y sin importancia.
  • Buscar un tema genérico de conversación. Sí, aquí también ha habido tormenta. Sí, lo de la pandemia no se resuelve. No, no he visto esa película. ¿Quieres hablar de cine? Quedamos un día, nos tomamos un café y hablamos de la cartelera, pero no me vengas a las once de la noche, cuando estoy dando bandazos de sueño, a contarme lo que te ha gustado la película que acabas de ver.
  • Buscar un tema muy concreto y complejo de conversación que es absurdo debatir por teléfono. Y más después de los minutos de conversación previa. Sí, una pena lo de la patera que se ha hundido. Sí, el precio de la luz está por las nubes. No, no he leído nada sobre ese incendio en la sierra. Para rematar, te pueden llevar la barra de bar al teléfono, con conclusiones rápidas, estúpidas y difusas. "Nos vamos a quedar sin bosques", "es lo que nos espera a si seguimos dejando entrar a tanto moro".

El culmen llega cuando después de varios largos minutos, y tras una ronda de despedidas, cuando vas a colgar salta otra pregunta: "Oye que no me has dicho nada de X". Pues si no te he dicho nada es que no hay nada que decir. Detecto que no me llamas para preocuparte por mí, sino para entretenerte. Y yo, ahora mismo, no estoy para entretenerte.

¿Y por qué odio al teléfono móvil y no a las telecomunicaciones? Cuando antes sólo tenías el "fijo", tenías que estar en casa para tener ese tipo de conversaciones. Y en casa, aunque pesadas igualmente, las probabilidades de que estuvieses haciendo algo medianamente vital eran menores. Ahora, es en casa, en el trabajo, mientras vas en coche o en transporte urbano, cuando estás de ocio o de vacaciones.

Además, antes las llamadas tenías que pagarlas, sí o sí, salvo que tuvieras tarifa plana o similares, que no era lo común. Ahora, con Internet, hay barra libre. Interminables llamadas de WhatsApp o de 0/cent. minuto. Es curioso que el abaratamiento de las telecomunicaciones haya derivado en un "abaratamiento" del contenido o del interés de las telecomunicaciones.

Curiosamente, me encanta hablar con mis padres por teléfono, ambos ya mayores. La llamada dura dos minutos. Hola, qué tal, cómo va todo, aquí bien, me pasa esto pero cuando nos veamos hablamos, un beso, adios. Supongo que me conocen bien, o que somos parecidos. Con algunas amistades igual: hola, qué tal, te apetece echar un rato tal día, venga, nos vemos.

Pero no soporto a la gente que ha apartado a un lado el contacto humano y basarlo todo en las telecomunicaciones de una manera egoista y banal. Especialmente, cuando nuestros domicilios están a menos de 30 minutos de distancia en coche. Invítame a comer, joder, o vente a mi casa a comer. Vamos a tomar unas cervezas por ahí.

Pero no me trates como tu Netflix particular en momentos de aburrimiento, y mucho menos lo vendas como que te interesas por mí, porque haces que cuando me llaman al móvil sienta más alivio si son los de marketing de Naturgy o de Jazztel intentando venderme cualquier promocióna ver tu número de teléfono en la pantalla. Y un día, cuando necesites algo de verdad, no vas a recibir respuesta. Y por supuesto, vas a pensar que la culpa es mía, y otra vez soy el "malo".

Así que odio y asco eterno al teléfono móvil. Y no sólo por lo que he comentado, sino también porque hay quien piensa que un teléfono móvil es un contrato de contacto social inmediato. Lo cojo si me apetece y me viene bien; te contesto al WhatsApp cuando crea que puedo contestarte. La mayoría de la gente no tiene teléfonos móviles para saciar la inmediatez de contacto, sino como otro medio de mantener comunicaciones. Y yo me niego a ser esclavo del aparatejo de marras. Y muchos de vosotros seguro que igual.

Dejadme en los comentarios si creéis que soy un sociópata, o si creéis que mi postura es lógica, o si tenéis experiencias similares. Como ya he comentado, y a pesar de mi nombre de usuario, estoy cansado de ser el presunto "malo" en estos temas.