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Prejuicios, rencor, violencia y sexo

Cuando leí la sentencia de La Manada, recordé una vieja conversación que tuve con un compañero de clase sobre la violencia de género. Ambos éramos bichos raros (yo lo sigo siendo libre y voluntariamente) y comentábamos el asesinato de una chica murciana por su pareja. El me respondió que las mujeres que se lían con cafres "en lugar de hombres como nosotros" no deberían tener protección policial, pues saben dónde se meten y deben asumir las consecuencias.

El rencor hablaba por su boca. Todas las chicas que no habían querido estar con el, le habían generado una clara misoginia. Es uno de los problemas del machismo: a los prejuicios irracionales se suman pasiones especialmente intensas. Pasiones que nacen del deseo de tener a la mujer, y además en la forma que el hombre considera adecuada.

Independientemente de que quienes los asumen se den cuenta o no, los ideólogos de los prejuicios suelen crearlos buscando dinero o poder. Odio a los inmigrantes para crear un chivo expiatorio sobre el que proyectar la frustración popular, dejándoles además desamparados para que los grandes empresarios les exploten a placer. Odio religioso para justificar guerras de dominación. Y...odio a las mujeres libres para dar vía libre al uso descarnado de una parte de la población que, para los hombres heterosexuales, es singularmente deseada y genera unas pasiones difícilmente igualables.

Parece increíble que a día de hoy debamos seguir defendiendo que toda mujer es libre para vestirse, casarse, divorciarse, tener sexo, construir su vida...de la forma que desee. No hay peor crimen que imponer canones de comportamiento a seres únicos. Con las mujeres se ha hecho especialmente, y además estableciendo un canon incompatible con la dignidad humana, pues sus pilares han sido la sumisión y la renuncia. Se ha pretendido transformar a personas en animales de compañía.

Partiendo de la verdad universal de que toda persona es dueña de su ser y su vida, solo hay una opción legítima cuando te ofenda de una forma insalvable que una mujer no quiera actuar como tú deseas: déjale en paz y apártate de ella. Ninguna conducta suya, por inmoral errónea o injusta que te parezca, puede servir como excusa para que violes ninguno de sus derechos, desde su libertad a su integridad sexual.

Hay un ejemplo especialmente claro para los que justifican el acoso o la violencia sexual hacia las chicas que se visten de una cierta forma o que actúan como "calientapollas". Si yo tengo una obra de arte, soy libre de caminar con ella por la calle sin que nadie me la toque sin mi permiso o me la robe. Y en este caso no estamos hablando de objetos, sino de personas. Así que con más razón.