El puto problema de España: el trabajo

Me considero un recién llegado al mundo laboral español. He pasado la mayor parte de mis diez años como trabajador asalariado en Francia y Alemania. Hace unos meses decidí volver, a Madrid nada menos, y el panorama que me encuentro, aunque esperado, me resulta comparativamente asqueroso.

Lo voy a decir todo lo claro que puedo: yo trabajo por dinero. No busco ningún tipo de realización personal. No tengo ningún interés en alargar mi jornada laboral; mucho menos si esas horas no son remuneradas. Si con mi trabajo no se llega a realizar todo el trabajo, no es mi culpa. Mi empleador debe pensar en contratar a más gente. Con esto solucionaría varios problemas: rescata a un desempleado de las listas del paro, me libra de las indeseadas horas extraordinarias y por último, se cumple con todas las tareas del trabajo. Si no le llega el dinero, su negocio no es viable. No es de recibo sacar una empresa adelante a base de robar tiempo a los empleados.

Es así de sencillo. Así funciona en los países de nuestro entorno y les va la mar de bien. Pero el padefo español siente los problemas de su jefe como propios y se echa a la espalda la carga adicional con decidida resolución.

-En hostelería se sabe cuando se entra, pero no cuando se sale.

Vaya, se nos cuela un atrevido padefo. ¿En qué se basa usted para afirmar eso?

-Pues hombre, no vas a echar a un cliente del bar.

Cientos de veces me han echado a mí en otros países. En quince minutos se cierra, id pensando en acabar. Y punto, nadie rechista. ¿Qué le voy a decir al camarero? "Pues no, ahora te quedas hasta que yo quiera, hijoputa".

Sentimos un claro desprecio por el tiempo propio. Llego a ver como muchos amigos presumen de lo mucho que trabajan. Del esfuerzo desmedido que hacen para llevar a los niños a la guardería, ir a trabajar, volver tardísimo y apenas tener tiempo de hacer la cena, atender al hijo y meterse reventado a la cama. Me descorazona ver la vida de mierda que llevan y lo poco conscientes que son.

-¡Con mucho tiempo libre, te acabas aburriendo!

¡Me ha asustado usted! ¿Qué decía? ¿Que se aburre...? Perdone, ¿pero es usted idiota? ¿No es usted capaz de disfrutar de la vida sin un patrón que le diga lo que hacer?

-Pues a mí me gusta mi trabajo.

Y me parece fenomenal, oiga. A mí me gustan muchas cosas, y a ninguna le dedico más de 8 horas. Esta corriente es la más peligrosa, pues sugiere que todos los trabajos son susceptibles de ser disfrutables y sólo es cuestión de dar con el tuyo. Por tanto, tiene que haber gente que disfrute doblando el lomo para vendimiar, para limpiar retretes o trabajando en una línea de producción. Si no les gusta, mala suerte, amigos, han elegido mal.

Las 8 horas al día se implantaron por ley en Espana en 1919 (aunque con 6 días laborales a la semana) y se defendieron con el planteamiento: 8 horas de trabajo, 8 de ocio y 8 de descanso. Suena bien y en realidad para la época fue un triunfo. Pero que levante la mano quien disfrute de 8 horas de tiempo de ocio. Yo me canso de ver a gente que acaba llegando a casa a las 8 de la tarde. Lo más parecido al ocio es la hora de Netflix después de cenar.

-Yo con eso soy feliz.

Voy a intentar no insultarle. Veamos..., yo no soy feliz así. No veo a mis amigos entre semana. No puedo dedicar tiempo a mis intereses personales. ¿Por qué iba a serlo?

¿No va siendo hora de disponer de nuestro tiempo?

¿De dejar de producir más para pasar a producir mejor?

¿De cubrir sólo aquéllas necesidades que no nos esclavicen?

¿De disfrutar de una vida que merezca tal nombre?

Hace tiempo hice un pequeño estudio en el que analicé muy someramente el número de empleados que España dedica a cada sector. Estimé los que harían falta en un escenario de vida más serena. Menos empleados en restaurantes, en industrias de procesados; nadie en casas de apuestas, ni en ETTs o cárnicas... cosas por el estilo. Repartiendo el trabajo sobrante entre toda la población activa, me salía unas 12 horas semanales por persona. Por supuesto que este escenario no es así de sencillo. No tenemos médicos suficientes para cubrir las necesidades, por poner un ejemplo. Pero me sirve como referencia para ver lo lejos que estamos de esa vida serena.

Un mundo en el que trabajemos 4 horas al día no sólo es posible, sino que es deseable y necesario. Lamentablemente la idiosincrasia laboral española está muy lejos de este planteamiento y parece que seguiremos décadas en este estilo de vida miserable que nos roba nuestro tiempo a cambio de muy poco.