La Revolución de los Borjamaris

Lo que ya se ha acuñado como el "Movimiento Núñez de Balboa" consiste en un grupo de forrados que viven en el Barrio más caro de este país y que no han salido jamás a manifestarse hasta que le han tocado sus vacaciones en Bali o Formentera y su derecho a pasarse por el forro sus deberes. Decenas de borjamaris han salido sin guardar la distancia social exigida, poniendo en peligro su vida, la de su familia, y la de los trabajadores y trabajadoras de la salud que tendrán que atenderles.

Con hashtag de una profundidad que harían palidecer al mismísimo Ricardito Bofill Jr. (#IglesiasaVenezuela #NoAlComunismo o #vivaEspaña) el movimiento se extiende en redes, impulsado principalmente por VOX.

Las consecuencias de esta irresponsabilidad son claras: un rebrote en una de las ciudades más afectadas por el coronavirus en todo el planeta, con la que la privación de todos derechos que reclaman pueden verse aún más dilatada en el tiempo. El objetivo es claro: hundir a un gobierno legítimo que, con sus claros y oscuros, ha gestionado una crisis que, de haber estado en manos de un gobierno PP+Cs+VOX, se habría encaminado al desastre con una desescalada centrada en la economía y no en las personas. Personas que, por cierto, siguen jugándose la vida en los hospitales de toda España, pero especialmente en Madrid. A ellos se la suda. Estarán en sus áticos de 200 metros cuadrados mientras los que ahora se parten el pecho, luego se manifiestan por una Sanidad más fuerte y más justa. No pueden dar más asco.

Van todos con banderas. Son los herederos de ese patriotismo que jamás tuvo que ver con el bien común, sino con la raza del privilegio y la ostentación de unos valores que no son más que superioridad de casta. Pocos países pueden sentirse más avergonzados de sus patriotas que España.

El coronavirus es igualador, no entiende de privilegios. Mueren ricos, mueren pobres. Y eso debe joder muchísimo. Lo del Barrio de Salamanca no es más que la expresión de una realidad que ni todo el dinero del mundo podrá cambiar.

Los don nadies, los que nos tragamos la crisis de 2008, ahora nos vamos a tragar una nueva crisis. Pero esta crisis es diferente, porque también va a afectar el porvenir de aquellos a los que los anteriores desastres tan solo les rozaron. Puede que no económicamente, pero si a nivel anímico y vital.

El problema no es solo que no puedan viajar a Formentera o ir a sus mansiones de campo. El problema es que no saben gestionar reveses, porque desde la gripe española que no se producía algo igual. Porque la guerra y 40 años de franquismo fueron viento a favor para ellos. Porque el paro, los desahucios, la inmigración, la emigración y la precariedad son solo hormigas que apenas se ven desde las altas torres de marfil del Barrio de Salamanca, Sotogrande, Begur, Pedralves o La Piovera.

Pero ahora un bichito ha llegado hasta la atalaya y ese bichito no se alimenta de euros. A ese bichito se la suda el capitalismo, los sobornos, la sanidad privada, los másteres en universidades privadas, los descapotables, las criadas filipinas y los retiros espirituales a Nepal. Se la suda tanto, como a ellos se la han sudado siempre los demás.