¿Soportaría el alcalde de Murcia esto bajo su ventana?

El equipo de gobierno municipal de Murcia se caracteriza por fundirse el presupuesto municipal en dietas y sueldos astronómicos (como el del alcalde, que asciende a 72605 euros anuales). También se caracteriza por despilfarrar en fantasmadas lúdico-festivas (como llenar la ciudad de esculturas gigantes y de aspecto grotesco compradas a precio de oro en las fiestas de primavera) y no invertir en lo esencial. Mientras el alcalde se funde el dinero público en estas cosas, los servicios básicos brillan por su ausencia. Se adeudan decenas de miles de euros a las trabajadoras municipales del servicio de ayuda a domicilio por nóminas atrasadas, el servicio de policía local está bajo mínimos porque no se cubren las vacantes y numerosos barrios están dejados de la mano de Dios.

Ésa es la segunda característica del alcalde: su profundo clasismo. Él y sus concejales (del PP) provienen de la burguesía murciana más pudiente, y precisamente por esto piensan que la gente humilde debe soportar penosidades que ellos, por su naturaleza superior, jamás deberían sufrir. Un ejemplo lo tenemos en el descanso nocturno y los ruidos que lo perturban.

Tengo amigos que viven en los barrios más exclusivos de Murcia, y me cuentan que si alguna persona (sean unos jóvenes de botelleo o un grupo de personas sin techo) se pone a vocear bajo sus casas de noche, la policía local (o lo que queda de ella, pues cada vez tiene menos agentes) acude y los desaloja inmediatamente. Pero esto no sucede en los barrios humildes como San Andrés.

Desde mediados de julio, en mi plaza llevamos noche tras noche sufriendo a estas familias de etnia gitana , que se tiran, como mínimo, hasta las 2 de la madrugada cantando flamenco y vociferando (he pixelado la imagen porque hay niños entre ellos).

www.youtube.com/watch?v=oWrLBHxXN88

Suelen irse entre las 2 y las 3 de la madrugada, y da igual que sea un lunes, un miércoles o un sábado.

Llamamos una y otra vez a la policía local, y cuando vienen (pues últimamente ni se dignan a acudir) les pillan en pleno griterío. Unas veces pasan de largo. Otras sacan la cabeza fuera del coche y les dicen que hablen más bajo sin tan siquiera apearse del vehículo. Las gitanas no les hacen ni caso, y cuando volvemos a llamar para decirles que todo sigue igual, nos replican que no pueden hacer nada.

Las conversaciones con el telefonista de la policía son surrealistas. Unas veces nos dice que los niños tienen derecho a jugar a cualquier hora (y se sobreentiende que a desarrollar su cultura musical oyendo el cante de las madres). Otras nos propone que cerremos la ventana. Otras nos contesta que ellos no pueden impedir que las familias se diviertan en la calle. Y cuando le preguntamos si tolerarían esa situación bajo la ventana del alcalde, siempre se calla.

Es obvio que el cante flamenco a las 2 de la madrugada viola la ordenanza sobre ruidos. Es evidente que si un agente de la policía te pide que dejes de cantar y cuando vuelve te pilla cantando nuevamente, te puede sancionar por desobediencia. Es claro que, si tuviesen una mínima voluntad, podrían solucionar el problema rápidamente. Pero somos un barrio humilde y no pertenecemos al exclusivo círculo social del alcalde. Por eso nos toca escuchar flamenco noche tras noche hasta las tantas, aunque al día siguiente debamos madrugar.

Eso sí, me estoy dando el gusto de redactar una reclamación por inactividad del Ayuntamiento, que voy a registrar pidiendo 300 euros de daños y perjuicios por cada noche que llamemos a la policía y no hagan nada. No sé si cuando acudamos a la vía judicial nos darán la razón, pero al menos no nos quedaremos de brazos cruzados ante nuestra degradación a la condición de ciudadanos de segunda por orden del alcalde.