El 19 de agosto de 1977, un tal Groucho Marx pasó a formar parte de ese club del cual nadie (y menos aún, él) quisiera que le admitiesen como socio. Vamos, que se murió, para ser incinerado y cobijado bajo esa lápida en la cual, contrariamente a la creencia popular, no figura la frase "perdonen que no me levante"
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