Los llevaban a O Pinal do Foxo, a los pies del monte del Condado, donde lo sinuoso del camino (la antigua carretera de Madrid) impedía miradas indiscretas sobre quién apretaba el gatillo. Sin embargo, este "lugar de memoria" (así denominan los expertos a aquellos rincones que esconden una historia) estaba lo suficientemente cerca para que el retumbar de los disparos llegase con toda claridad a los habitantes de aquella Ponteareas de 1936, que bautizaron el lugar con otro nombre: A Volta dos Escapados.
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