Los males de la Caja Mediterráneo (CAM) no tienen que ver solo con las fallidas inversiones inmobiliarias o la pérdida de valor de sus activos vinculados al sector del ladrillo. La gestión del negocio bancario también abre muchos interrogantes. La agresiva política expansiva del director general entre 2001 y 2010, Roberto López Abad, y la apertura de oficinas sin atender a otro criterio que el crecimiento en volumen provocó que los gastos de administración pasaran de los 330 millones de 2001 a los 624 del año pasado...
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