La excusa de un falso complot monárquico, apoyado por Trotsky, sirvió al jefe del gobierno de la República, mintiendo a consciencia, para llevar a cabo una terrible persecusión contra las organizaciones anarquistas, mentiras tejidas desde las tribunas del Parlamento y apoyadas por todo el abanico de partidos de izquierdas, como ocurría con la Esquerra Republicana que, en Barcelona denunciaba las detenciones y en Madrid votaba a favor de las deportaciones a Canarias y África.
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