Como se está viendo estos días incluso ante Bielorrusia, los tiempos de las concesiones han pasado. Ya inmediatamente después de la cumbre del G-8 el presidente ruso había despejado cualquier duda sobre los futuros destinatarios de la explotación gasística: no los EEUU, sino Europa. Los EEUU no recibieron ese cambio con reacciones de euforia: lo atestiguan las estravagantes campañas anti-Putin desarrolladas en Occidente desde octubre de 2006.
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