Un país más dividido y peor de lo que estaba antes de su ascenso al poder, con un vacío agigantado de ética pública. Esa es la herencia que le deja Silvio Berlusconi a los italianos. En las últimas elecciones generales del 13 de abril del 2008, el partido de Berlusconi (PdL), aliado con la Liga Norte de Bossi, consiguió un triunfo aplastante. A pesar de la abrumadora mayoría parlamentaria obtenida, la vida política italiana ha empeorado alcanzando un nivel de crispación sin precedentes en la historia republicana.
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